jueves, 8 de febrero de 2018

Nada pasa sólo porque sí

La temporada de lluvias ya debería estar en lo último, y probablemente así sería si las estaciones y todo fueran...bueno, como solían serlo, supongo. Sin embargo, al parecer los fenómenos climatológicos están en contra nuestra (La Niña, le dicen), y desde mediados de enero casi no ha parado de llover. 
En general, y después de la sequía de los últimos años, no suelo quejarme de que llueva, y la verdad es que el exceso de lluvia es la mitad del problema. ¿Qué sucede? Hace una semana, Tupiza (al sur de Potosí) tuvo una de las peores inundaciones de la vida, la riada fue tan feroz que dobló la vías del tren, y la gente salió nadando de sus casas.
Eso está lejos, me dirán. Es cierto, lo está, pero Vinto no está tan lejos, unas cuantas horas manejando (y eso, debe ser menos) de la ciudad de Cochabamba. En Vinto, el río Rocha se desbordó, desviado al parecer por unos arreglos o no sé qué que se estaban haciendo cerca. Resultado, 2-3 metros de agua en el pueblo, cubriendo la mayoría de los primeros pisos de las casas (de las que tenían la suerte de tener dos pisos, claro). Los municipios cercanos, Cochabamba entre ellos, y la Gobernación mandaron bombas de agua para ayudar a sacar el agua, aunque de todas formas el daño ya está hecho.
Vinto, aunque cerca, sigue siendo una realidad algo lejana, me dirán. Ok, ¿más cerca? Tiquipaya, a 40 minutos en micro desde mi casa, 50 si se tarda mucho. Eso sí es cerca.
Más cerca aún, el cruce Taquiña, Trojes, Chilimarca, Chiquicollo, todo eso de camino a Tiquipaya. Estos meses que llevamos yendo a entrenar a Tiquipaya, de camino he visto todas las entradas a esos lugares, o al menos estoy segura a qué altura de la ruta están. Hace dos noches, bajó la mazamorra sobre Trojes y Chilimarca.
¿Qué es la mazamorra? Así le dicen por aquí a esos aludes de barro, rocas y ramas, que pasan a toda velocidad y se llevan todo por delante. En "Raza de Bronce", una novela nacional (por demás dramática, si me lo preguntan) mencionaban la mazamorra que pasó de noche sobre un pueblo y se llevó todo, incluyendo a la gente. 
Y eso fue lo que pasó aquí: Pasó la mazamorra, y se llevó autos, se metió en todas las casas, rompió paredes y dejó un rastro de lodo que alcanzaba la cintura. La única "suerte" del caso es que no pasó en la madrugada o muy entrada la noche, la mayor parte de la gente estaba despierta y logró salir. La desgracia real es el daño material. Muchas familias perdieron todo en el barro, y aunque hay equipos de rescate y maquinaria pesada trabajando hasta donde les alcanza el combustible, no quita que mucha gente esté pasando las noches en refugios con sólo la ropa que traen puesta.
Por si fuera poco, ayer al medio día volvió a pasar otra riada, arrastrando todo lo que no había llevado la primera...y una más dejó barro por todas partes 20 minutos después. Y otra más por la noche, por las dudas.
Hay tantas cosas que están mal con lo que está pasando. Es obvio que los humanos no podemos controlar una riada cuando se le ocurre bajar, e incluso los mejores defensivos pueden llegar a ceder, pero lo innegable de este caso es que si bajó la riada y la mazamorra fue porque no había nada que la parara. Generalmente, los árboles en las laderas de los cerros mantienen la tierra junta, evitando que se caiga...y en caso de que se caiga, aguantan la mayor parte de la tierra y la detienen un poco.
¿Qué pasó? Que no hay los suficientes árboles en el cerro para detener la caída. Ergo, todo se vino abajo. ¿A quién culpamos, ya que nos encanta repartir culpas? A todos, porque nadie queda impune en este jaleo: a las autoridades que cortaron el presupuesto para manejo ambiental o que nunca se preocuparon del tema (a pesar de que se llenan la boca de la Madre Tierra aquí, y la Madre Tierra allá...), a los que lotearon los cerros porque eran tierra de nadie, a los que talaron los árboles para meterle cemento a todo lo que estaba a la vista, a todos los que no hicimos ni dijimos nada en su momento y vimos callados cómo se quemaban los cerros, y cómo se iban quedando pelados a toda velocidad. Y si a eso le sumamos los que iban a botar escombros de construcción y basura al cauce del río Taquiña con el pretexto de que estaba vacío, tenemos el desastre completo y bien servido.
Y aún falta la cereza sobre el pastel: ¿qué hacen nuestros geniales y profesionales deportistas ante el desastre? Obviamente, tienen que mostrar las casas llenas de lodo o medio caídas, las calles con piedras por todas partes, autos en los techos, paredes rotas... y hacerle un zoom a la madre que llorar sobre el cuerpo de su hijo de 12 años que quedó atrapado en el barro, preguntarle a la mujer pobre cómo se siente cuando regresa a su casa y encuentra todo destruido por el barro, resaltar con círculos rojos a la gente subida en los techos de la casa esperando a que una nueva riada acabe de pasar por las calles. Todo eso acompañado de apropiada música dramática (una banda sonora de, por ejemplo, "Gladiador" o " El señor de los Anillos"), y una oportuna voz dolorida y acongojada. Nada como un poco de drama para sazonar la desgracia ajena, ¿verdad?

Foto: Los Tiempos