miércoles, 29 de agosto de 2018

El cuento de Medellín

Como siempre, cuando empiezo a contar mis historias aquí ya son cosa del pasado relativamente lejano (lejano considerando la velocidad a la que la información pasa y cambia hoy en día). Como se ha vuelto común en estos últimos años en mi blog, aunque me pasan cosas cada vez más interesantes, cada vez tengo menos tiempo o ánimo de compartirlas. Una lástima, mis historias son mejores que cuando empecé con esto.
¿Por dónde empezar mi cuento en Medellín? Obviamente, por Cochabamba. Al terminar los Juegos Suramericanos, sabíamos todos los de la Selección de la posibilidad de ir al Campeonato Panamericano de Tiro con Arco en, justamente, Medellín, en (adivinen) agosto. La Federación, muy cordialmente, nos informó que cada uno tendría que cubrir sus propios gastos si quería ir, unos 1200 $Us en el mejor de los casos.
Lo interesante del caso era que para ir a ese Campeonato había que clasificar con puntaje... y a los bolivianos nos invitaron de buenas gentes, porque estaba visto que como no teníamos mucha experiencia en competencias internacionales, necesitábamos roce y salir de nuestros límites cómodos de competencia. En cualquier caso, aparte del gasto, se trataba de toda una oportunidad... una que daba mucho miedo.
Después de semanas de debate, interior y exterior, decidimos ir los valientes de siempre de Cochabamba. Fue toda una aventura en varios niveles.
Aparte de que era la primera vez que salía al exterior de viaje sola (y técnicamente a cargo de las criaturitas), estaba el detalle de que era nuestra primera competencia seria afuera (los Suramericanos no cuentan, era nuestra cancha y todo eso). A eso, súmenle la presión de hacer un papel decente aunque, técnicamente, nadie te lo exija porque todos sabían que era un viaje para ganar experiencia compitiendo afuera más que para lograr algo real.
Y vino el primer día: Clasificación. Empecé una maravilla. No increíble, o disparando puros amarillos como las demás, pero con buenos disparos y sintiéndome cómoda con lo que hacía. Y eso duró exactamente dos andanadas. Por algún motivo que aún no logro descifrar del todo pero que sospecho se debió al mal estado de mis flechas (varios golpes contra el ladrillo no ayudan a la estabilidad y buen estado del carbono, para que lo vayan sabiendo), y a los nervios de ver que varias caían al piso sin razón aparente. Pánico es poco para describir lo que sentía ese rato. Vergüenza se le acerca bastante. Ira medio disimulada también. Me dio mucha bronca ver que pude haber hecho un mejor puntaje si no fuera porque mis flechas decidieron caer una tras otra al césped, sin importar lo que hiciera o dejara de hacer, y pensar que acabaría entre las últimas sin merecerlo del todo. 
Gracias a Dios por las compañeras de equipo pacientes y los encendedores de bolsillo. Esa tarde, antes de irnos de paseo por la vida (como todas las tardes que estuvimos en Medellín), sacamos todas las puntas de mis flechas, revisamos una por una las que estaban con rajaduras o marcas raras, y volvimos a pegar las puntas buenas en las flechas que no  estaban tan jodidas. El plan para el siguiente día de competición: No ser yo la que hunda al equipo femenino.
Aquí hay que hacer una nota importante: Hasta el día previo a la clasificación, no había recordado (o no me había enterado, no recuerdo bien) que en el Campeonato Panamericano, se jugaban las primeras plazas de clasificación individual y en equipos a Lima 2019, que es también clasificatorio para Tokio 2020. Nos habían dicho que sólo habían 6 cupos para equipos, 3 femeninos y 3 masculinos. Aparte de eso, habían cupos individuales para los que no quedaran en los equipos el tercer día de competición (es todo un jaleo, no pidan que explique).
Segundo día de competición: Eliminatorias en Equipos. Por mi espantoso puntaje en la clasificación del día anterior (que sigo creyendo culpa de mis flechas), habíamos entrado de últimas en la tabla, y contando los byes disponibles y la distribución de las llaves, nos tocaba ir contra Cuba en 8vos de final. Llegamos temprano al campo para aprovechar el campo de prácticas y no entrar frías y sin calibrar a la competencia. Los chicos entraron primero y las chicas nos quedamos entrenando un buen rato más. 
Cuando fueron a buscarnos, los chicos ya estaban eliminados (les tocó contra Colombia de entrada, feo) y faltaban todavía dos rondas para terminar con los equipos masculinos. Tuvimos dos rondas de práctica ya en los parapetos oficiales, y alcanzamos a ver que las chicas de Cuba disparaban... igual que nosotras. Tal vez eso nos envalentonó, pero nos convencimos unas a otras que si metíamos todo dentro del rojo, podíamos pasar a la siguiente etapa. Obviamente, más fácil decirlo que hacerlo, aunque he de admitir que lo que mejor nos funcionó fue la dinámica que establecimos casi automáticamente como equipo. Aunque nos había tocado competir en equipo con una o con otra, nunca habíamos estado las tres en el mismo equipo al mismo tiempo, y aún así fluimos bastante bien juntas. Llegamos a flecha de oro, ante el asombro de las cubanas (y todo el resto del mundo) y ganamos al final. Para nosotras, era como haber ganado el mundo.
Brasil era nuestro siguiente oponente, y ya las habíamos visto disparar en los Suramericanos. Nos achicamos, pero seguimos dando pelea y nos fuimos 6 - 2. Nuestra filosofía de "nadie nos quita lo bailado" nos mantuvo con el ánimo arriba, y nos fuimos a desarmar equipos en paz con el resultado, y fue cuando empezaron los rumores de clasificación. No nos lo creímos al principio, se supone que eran sólo tres puestos, y eso lo habíamos entendido bien claro. Y nos lo confirmaron: nadie, menos nosotras, creía que podíamos lograr algo, habíamos ido a aprender a competir por roce, y conseguíamos una clasificación por esos 2 puntos que conseguimos contra Brasil, y por dejar a Cuba de camino.
Después de eso, la competición pasó como un borrón, con sus altos y sus bajos, disparando o apoyando a los chicos, aprendiendo siempre. Empezaron a llover los mensajes de whatsapp, las notificaciones de facebook, las llamadas a casa para avisar las buenas noticias. 
Conseguir la clasificación para Lima no significa que iremos las que conseguimos el cupo. En un mundo ideal, sería así, pero eso no sucede en los deportes. Bolivia va, no nosotras como personas individuales, y sabemos que todas estarán ahora dispuestas a saltar sobre los cupos al menos descuido. Eso significa que tendremos que seguir trabajando, más que hasta ahora, para ser nosotras las que vayan. Hay mucho camino aún por delante, pero, nuevamente "nadie nos quita lo bailado".