lunes, 11 de febrero de 2019

Nuevamente, la poke-cacería

En agosto (o fue julio, tal vez) de 2016, se habilitó Pokémon GO en Bolivia. Obvio, en los primeros meses, todo mundo jugaba y andaban como zombies con la cabeza metida en sus celulares. Con el tiempo, el grupo de los jugadores se redujo bastante pero quedó gente de lo más interesante.
Lastimosamente, siempre están los que hacen trampa y juegan con fly y resulta un problema cuando se trata de bajar un gimnasio, pero da una ligera ventaja cuando se trata de entrar a incursiones entre 5 en una plazuela vacía y ver que hay gente en combate en el gimnasio... En fin.
Desde hace un tiempo, entre los arqueros, de ser una de las tres que seguía jugando religiosamente, re aparecieron muchos en el vicio y ahora tenemos un grupito más agregados que salimos a pokemonear tratando de atrapar al pokémon legendario de turno en las incursiones. Caminamos como judío y evitamos llamadas de amigos y familiares en medio de los combates, y encima reímos como locos cada vez que a alguien se le escapa el bicho. Para rematarla, siempre acabamos comiendo algo por ahí y recuperando todas las calorías que quemamos en caminar.
Eso sí, me duelen mucho las piernas por las caminadas.

viernes, 8 de febrero de 2019

Y se me pasó el Año Nuevo...

Cada vez es más complicado mantener este blog. Realmente, historias no me faltan, cada día pasan cosas raras y vivir la agitada vida de una deportista es de lo más interesante... y la vez no. Mucho trabajo, mucho sacrificio y cero paga. La misma historia de todos.
De todas formas, esto va a que hace unos días mi laptop se suicidó de un solo saque. Aunque había dado señales previas de que su vida se agotaba, no pensamos que fuera realmente serio. Había el plan de ahorrar para comprar otra laptop, hacer un respaldo de los datos guardados y todas las precauciones que se toman cuando algo electrónico está por morir... pero como el momento no llegaba, simplemente no le dimos más importancia, hasta que realmente se reinició y el disco duro no arrancó más.
No sabemos exactamente qué pasó ahí dentro. Hay un leve olor a quemado, pero no tenemos manera de saber cuál fue la falla precisa que mandó todo por la borda. Como siempre, después de las lamentaciones de rigor, y echar cuentas sobre cuántos años tenía la difunta (unos 8, según mis cálculos), el siguiente paso era pensar en reemplazarla con algo más reciente, más resistente y que estuviera dentro de nuestras posibilidades económicas y los otros gastos que hay que hacer (más flechas...).
Resultado: Estamos en presencia de... mmm... la nueva laptop innominada de Meli. Largo tiempo dure.