sábado, 8 de julio de 2017

La Princesa Consuela Banana-Hammock

Sucedió un lunes, el pasado lunes para ser exactos. Apareció de la nada en el campo de tiro, mientras buscaba una flecha y se puso a escarbar conmigo en los montones de hojas secas del fondo. Por la tarde, volvió a aparecer y se veía contenta de verme.
Martes en la tarde regresó. Se sentaba a mi lado a dormitar mientras yo disparaba flechas, y después de cada andanada me acompañaba a recogerlas. 
Para el miércoles ya era una presencia habitual en el campo de tiro. Los otros chicos me mandaban fotos de ella con mensajes como "ya te está esperando" o "mira quién ya está aquí". Esa noche hizo mucho, muchísimo frío...
Jueves, alegando el clima y apelando a la misericordia de la familia, rogué que me dejaran traerla a casa. La respuesta fue negativa y tuve que empezar a cranear en otras opciones, ya que dejarla en el campo de tiro, sola y con frío no era para nada aceptable.
Generosamente, mi buena amiga Marce, accedió a hacerle un espacio en su casa a pesar de que ella ya tiene varios perros recogidos. Y ese era justamente uno de los puntos flacos del plan: esperar que los otros perros la aceptaran. Quedamos de llevarla el sábado.
Viernes por la mañana no apareció, aunque la esperamos y la buscamos cerca del campo de tiro. Empezó a remorderme en la conciencia no haberla ido a recoger el día anterior y llevarla con Marce. Afortunadamente, apareció por la tarde, lloriqueando y sin la cinta que había tenido hasta el día anterior. Se veía cansada y nerviosa, aunque se calmó después de un rato. 
Todos esos días, me acompañaba por la mañana y por la tarde hasta la puerta del Aurora. Ahí se espantaba con los perros, o se desanimaba por cruzar la pasarela o la avenida, y volvía atrás. Pero el viernes no fue así. Cruzamos la avenida con Adrián y ella nos siguió. Asustados, la volvimos a cruzar en brazos, y la dejamos con comida en la puerta del Aurora, para que volviera a entrar, subimos a la pasarela para que se quedara, y funcionó hasta cierta parte. No se animó a subir la pasarela...pero sí a cruzar la avenida como una loca, esquivando los autos que pasaban a toda velocidad.
Siendo así la cosa, y considerando que estaba en peligro de hacerse pisar por los autos, decidimos acelerar el plan y llevarla con Marce esa misma noche. Pero no conté con el corazón de pollo de la familia en casa. Aunque habían dicho que no cuando pregunté si podía llevarla a casa, al verla decidieron que mejor se quedaba...y se quedó.
Bienvenida a casa, Princesa Consuela Banana-Hammock. 

lunes, 3 de julio de 2017

¿Me extrañaron?

¿No? Qué puedo decir, he estado muy ocupada en junio. Y julio no parece pintarse mejor. Si llego viva y cuerda (o casi) al 7 de agosto, será mucha cosa de por sí. ¿Por qué? Veamos: Tenemos concierto el 1 y 2 de agosto (si están en Cochabamba, vayan), y campeonato el 5 y 6 de agosto. Eso significa que entre el entrenamiento (6 días a la semana) y los ensayos (4 días a la semana), no me queda mucho tiempo para nada más que los domingos por la tarde. 
Pero no se trata sólo de entrenar y ensayar, oh no. Hay que apuntar a, por lo menos, 626/720 puntos en el campeonato, y preparar un solo para el concierto, además de inscribir a todo el mundo, pelear con la Federación, diseñar todo el material impreso para el concierto y conseguir un vestido largo de fiesta. Todo eso en un mes.
Pero más allá del posible stress, las posibles broncas y todos los problemas que puedan surgir en el camino, miro hacia el futuro con cierto entusiasmo (a pesar del terror que tengo a fallar en varios o todos los planes del mes). Espero que mi fe en mi misma esté justificada.