Hace más de un año y medio que no tenía tiempo para descansar (o más, considerando que en mis últimas vacaciones lo último que hice fue relajarme), y puedo asegurar que me hacían mucha falta.
Siendo honesta, tampoco creo que logre descansar mucho en estas vacaciones, y aún no estoy segura si eso es bueno o malo. Para empezar, mi esposito viajó a Cambalandia por una semana y aunque no estoy sola, todas las responsabilidades de la casa me caen encima, siendo la principal de ellas hacerme cargo de los horarios de paseos de nuestro hijo peludo. En mi planeta, eso no es mucho descanso: resulta que el bebé se dio cuenta que su papi no anda cerca y, aparte de lo nervioso que anda por buscarlo y saltar a todos los ruidos de la puerta, se está dando cuenta que puede hacer lo que quiera cuando sólo está con mamá...qué suerte no tener hijos humanos en este momento, de verdad.
Aparte del perro, resulta que yo también me siento melancólica por la ausencia de mi esposito. Podrían decir que debí sacar vacaciones cuando estuviera él en casa, pero era ahora o nunca (porque en noviembre y en diciembre no habrá permisos para nadie...lo que me pone en conflictos con el campeonato de tiro), y además el detalle de que si iba a estar sola con el perro, mejor estar todo lo posible en casa, en lugar de correr de un lado al otro para no llegar tarde al trabajo por sacarlo a pasear en las mañanas para que no haga de las suyas en mi ausencia.
Me dije a mí misma: "Mí misma, hay que mantenernos ocupadas para no aburrirnos, podemos hacer todas las cosas de las que nos quejamos no tener tiempo para hacer". Resulta que el tiempo es muy largo, o yo me distraigo demasiado fácilmente, así que es momento (y sólo llevo en mi segundo día vacaciones) de tomar medidas drásticas: ordenar la casa, ordenar los libros de mis papás, bordar deben cubrir el tiempo que me queda entre pasear al perro, darle de comer, leer, entrenar tiro y ensayar con el coro. Y todo eso estando resfriada y/o medio drogada por los antigripales (¿mencioné ya que estoy resfriada?).
Eso sí, no pienso preocuparte por la tienda en estos días. La dejé en buenas manos, y si resulta que arde...bueno, paciencia. Ya aprendí la lección de mi anterior vacación.