Todo empezó la anterior semana, cuando una universidad local (de cuyo nombre no quiero acordarme) nos avisó que no podríamos usar su coliseo para el campeonato nacional porque el ministerio de deportes lo necesitaba para las mismas fechas (y eso que nosotros lo pedimos primero, pero en fin). Como era de esperarse, desde ahí todo fue cuesta abajo.
Así que después de una semana de incertidumbre y muchas llamadas innecesariamente largas, y nuestra búsqueda casi desesperada por encontrar otro lugar que sirviera y estuviera disponible para fechas similares, ayer al fin la Federación (o más bien, el presidente de la Federación porque el resto del directorio no existe, o no sirve, o está de licencia) nos aviso que no habrá campeonato porque los demás competidores no pueden con el cambio de fecha. Comprensible, pero igualmente molesto.
Lo realmente triste del asunto es que teníamos pensados o ya charlados un montón de auspiciadores, además de un montón de ideas para recibir bien a la gente. Eso sin contar los amigos a los que estábamos esperando y que tenían todas las ganas de venir y que ahora no veremos hasta el siguiente año.
Pero no hay que llorar mucho sobre la leche derramada, dicen por ahí. Y qué mejor forma de secar nuestras lágrimas que organizar nuestro propio campeonato en el formato que se nos pegue en gana.