miércoles, 20 de junio de 2018

Los Juegos

Había pensado escribir esto nada más llegando a mi casa de regreso de la Villa Suramericana, pero... lo de siempre. Soy muy floja, muy volada, y la distancia empieza a ponerme la cabeza fría y bajarme los ánimos.
Hay muchas cosas que podría contar sobre esa semana y media de locura que fueron los Juegos Suramericanos para mí, desde el momento de la inauguración hasta la tarde en que salimos de la Villa, pero creo que ninguna le haría justicia y por andar en detalles perdería mucho tiempo (suyo y mío).
La Inauguración fue... rara, por decirlo de alguna manera. Fue interesante y emocionante estar del lado de los deportistas y no del público. Creo que fuimos los primeros de Bolivia en entrar al stadium antes de que empezara el show y la gente en las filas nos aplaudía al pasar. Si eso no es emocionante, no sé qué pueda serlo. De ahí, la cosa se puso un poco pesada, alargaron mucho los bailes y para cuando llegó la hora de encender el pebetero, la mayoría de las delegaciones se habían ido de regreso a la Villa porque tenían sus competiciones al día siguiente.
La estadía en la Villa fue toda una aventura. Buen lugar, comida mala, mucha gente rara dando vueltas por todas partes. Mínimo nos encontrábamos con los colombianos al bajar en el ascensor, fuera la hora que fuera. Había un trafico de pines de los países de los más loco, y los más codiciados eran de los países que trajeron pocos atletas.
Conocimos mucha gente interesante, y me tocó casi pelearme con una de las arqueras colombianas por motivos de lo más bobos y que no eran culpa de nadie más que del piso (en serio). Nos destrozaron en la competición, al menos a la mayoría de nosotros, pero aún así la pasamos bien. la mal tiempo, al menos ponerle buena cara para que los demás no crean que te están apaleando de verdad.
A decir verdad, y sin exagerar, cada segundo fue una experiencia, desde despertarse a 5:30, con todo oscuro afuera, para alistarse y llegar al desayuno a las 6:00 y al bus a las 7:00 para ir al lugar de competición, hasta las torneos de cartas con todo mundo metido en mi cuarto porque parece que mi destino es que todos se crean con el derecho de botarse en mi cama siempre que hay un campeonato. 
Fue aterrador pero ilustrativo darse cuenta de que ser buena en Bolivia no significa que serás buena también afuera. El nivel de competición era de otro planeta y si nos ganaron de entrada fue porque nos dio miedo. Pero eso es parte de la vida en el deporte y no queda otra que seguir, tratar de alcanzar ese nivel y meterle ganas.
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Había pensado hacer una especie de trilogía sobre todo lo que pasó en los Juegos, pero como es evidente que no la haré, les dejo los títulos, a ver qué idea sacan.
- Meli en la Tierra de la Gente muy muy Alta o Bastante Bajita
- Meli en el único lugar en que se come mal en todo Cochabamba
- Meli y su espectacular pelea internacional