martes, 28 de enero de 2014

Heridas de Guerra

Nadie, repito, nadie (que yo conozca, aclaración) puede superarme jugando Just Dance en el Wii (a veces, mi hermana da guerra, y una amiga que conozco no lo hace mal, pero no me ganan). En consecuencia, la mitad de la gente que conozco odia jugar conmigo, no tiene gracia jugar sabiendo que vas a perder casi inevitablemente. Creo que la única que tiene paciencia para jugar conmigo es mi hermanita.
Tal vez debería corregir esa última afirmación: las sobrinitas de mi esposo disfrutan jugando conmigo en el Wii. Supongo que tiene mucho que ver el hecho de que, antes de embarcarnos en el Just Dance (en cualquier de sus versiones), jugamos otras cosas como Super Smash Bros. o Wii Sports Resort en las que pueden ganarme con relativa (y a veces excesiva) facilidad, así que revolcarlas después en el Just Dace ya no parece tan desconsiderado ni abusivo de mi parte. 
Cuando nos juntamos a jugar, los hacemos en casa de ellas (su televisor es muchísimo mejor que el nuestro), apartamos los muebles un poco y...jugamos. Sin embargo, a veces resulta que no apartamos los muebles lo suficiente como para jugar en el Wii sin sufrir daños. Hoy fue uno de esos días.
Quedé demasiado cerca al jugar Just Dance y en un momento de entusiasmo me dí un golpe en el codo.  Si hubiera sido en otra parte, no me quejaría tanto (ni me dolería tanto, imagino), pero fue justo en ESE lugarcito en que si te golpeas te duele todo el brazo y los dedos se te agarrotan. En pocas palabras: horrible. 
Lo gracioso es que, a pesar del golpe, gané las partidas y jugué dos más antes de volver a casa. Sí, me dolía el codo una barbaridad; sí, el codo me sigue doliendo una barbaridad y escribir probablemente no me hace bien. ¿El golpe valió la pena? Por mantenerme invicta, lo valió (lo que demuestra más allá de cualquier duda razonable cuán mal ordenadas está mis prioridades).

p.d. En otras noticias, esta mañana perdí veinte minutos de mi vida tratando de peinarme. Éste es el resultado (debí dormir veinte minutos más y peinarme como siempre).


domingo, 26 de enero de 2014

Maratones

¿Qué hay más enviciante que las películas animadas de Disney? (no espero respuestas como "las drogas" y huevas por el estilo, así que no se gasten) Con mis hermanas y varias amigas tenemos un pequeño problema con películas como "Mulán", "Hércules" o "El Rey León": las sabemos de memoria. Lógicamente, debe afectar que las haya visto más de veinte veces o algo así, pero una de mis pequeñas gracias es que, básicamente, puedo repetirlas casi completas de memoria, canciones incluidas.
Aunque mis hermanas y varias amigas mías también tienen esa pequeña gracia, resulta que muchas veces, en especial a mis hermanas, les molesta que repita las películas mientras las vemos. Entiendo que pueda ser bastante cargante, pero no puedo evitarlo...y ellas no pueden criticarme si, mientras me hacen callar, ellas también repiten los diálogos.
Hace unos días, aprovechando el "feriado" instituido por el presidente en su propio honor, empezamos una maratón de películas de Disney, al menos de nuestras favoritas, con mis hermanas. Dado que no he podido encontrar algunas de las más clásicas en DVD y con el doblaje latino que antes tenían (el nuevo es una inaguantable porquería), tuvimos que empezar con "La Bella y la Bestia" y seguir adelante con las que conseguí.
Ese día vimos tres, y hoy continuamos que otras dos. Aunque nos saltamos "Pocahontas" porque mis hermanas querían irse directo a "Hércules", lo más cercano a "Mulán" (la gran favorita), lo divertido de esta vez fue que todas, en algún momento, estuvimos repitiendo diálogos y canciones a gritos. Así, ver Disney es más divertido.

lunes, 20 de enero de 2014

Las clásicas brujas

Dejemos de lado la versión "brujeril" de Harry Potter que tanto me gusta, y vámonos por un momento a lo que se consideraba una bruja hecha y derecha en la Edad Media. Mujeres (casi siempre) que cometían las peores atrocidades en nombre del diablo: sacrificios humanos, comer niños, echar maleficios, invocar al diablo, y un larguísimo etcétera. Por supuesto, la Inquisición y demás instituciones eclasiásticas andaban tras ellas para asarlas en una hoguera (claro, según HP era muy raro que atraparan a una bruja adulta real, pero ese es otro asunto).
Casos de brujería se encuentran en todas partes, o casi, aunque hay algunos más famosos que otros. Por ejemplo, todo mundo ha escuchado de las Brujas de Salem, un caso famoso de histeria colectiva de todo un pueblo que se dedicó a torturar y asesinar a un montón de gente por culpa de unas chiquillas locas. Y ahora, viendo una peli española, me vengo a enterar de otro caso: Las Brujas de Zugarramurdi.
Lo clásico, un montón de gente quemada viva, algunos se los perdonó, pero el caso se hizo famoso en toda España (de hecho, se considera como el más famoso caso de brujería español) por la dureza de la sentencia final contra los acusados (aunque muchos dicen que, comparados con otros casos en otros lugares, hasta podría pasar por clemente).
¿De qué va la tal peli? "Las brujas de Zugarramurdi" trata de, obviamente, brujas que andan tramando cosas malvadas. Y los pobres incautos que caen en las garras de las brujas son unos ladrones improvisados que asaltan una casa de empeño de joyas, se llevan un montón de anillos de oro, casi todos alianzas matrimoniales, con el plan de cruzar la frontera española hacia Francia.

Empecemos por el hecho de que el acento español me confunde y hasta que me haga a la idea de lo que estoy escuchando resulta que me perdí la mitad de los diálogos. Saltando eso, la película es francamente rara, pero de esas tan raras que te dan ganas de llamar al guionista y al director y preguntarles qué siempre se fumaron. Las actuaciones son buenas, la historia es loquísima y genial, como una crónica de las malas relaciones, clichés ridículos incluidos, y para rematarla tiene unos efectos asombrosos, de esos que no sabes si aplaudirlos o salir corriendo del susto (y el asco). 
Me divertí como mono viendo esta peli, incluso los ratos más bizarros en que no se sabe si reír o asustarse un poco, como que hasta un rato de esos se me pegó el acento. 

miércoles, 15 de enero de 2014

Gula

Hay muchas cosas que me gusta comer (ninguna de ellas precisamente sana), pero de todas esas sólo hay algunas que puedo comer como hobbit: hasta que no puedo tragar un bocado más. Lógicamente, cuando noto cuánto engordé por comerlas, me arrepiento en el alma y me quejo, bla bla bla.
De todas formas, cuando me encuentro delante de una de esas cosas que puedo comer hasta morir, no me detengo. Yo, que siempre me he jactado de ser una dama que come en pequeñas cantidades (relativamente, claro), soy capaz de comerme 4 humintas de una sola sentada. La huminta es algo así como lo tamales mejicanos, maíz molido cocido en horno o en olla envuelto en sus mismas hojas, aunque aquí no le ponen picante, y más bien le ponen un montón de queso y toques de anís.
Como todos saben, el maíz es la cosa uno de los alimentos más nutritivos, ergo, en grandes cantidades, engorda una barbaridad. Si le agregan queso y los demás ingredientes de la mezcla, y los multiplican por cuatro...pues supongo que mañana empezará mi arrepentimiento. Y si le suman la quinta huminta del día que me comí en casa de mis papás, tendré muchos remordimientos...y una gran indigestión, probablemente.

sábado, 11 de enero de 2014

Odio estar enferma

Lo odio, en verdad lo odio. Ni siquiera por el "descanso" vale la pena (aunque de lo único que descansé fue del Club, y eso no cuenta como descanso). Me siento mal, apenas puedo hablar, no digamos cantar y menos tragar, me duele todo y los antigripales no me hacen nada.
Y no hay chances de que mejore pronto...

martes, 7 de enero de 2014

El gran crimen

Siendo como soy, aficionada a las novelas policiales de Agatha Christie, tengo la tendencia a creer que ningún libro de ese género puede sorprenderme realmente. La premisa de todo buen detective, como Hércules Poirot y Sherlock Holmes, es que debes sospechar de todos y de todo si se trata de un crimen. Nadie está libre de sospecha, bajo ninguna excusa.
Tal vez es por eso que estoy tan encantanda con "El canto del cuco", que me regalaron en Navidad. Supongo que hay una gran posibilidad de que no me hubiera enterado de la existencia de este libro si no fuera por la noticia que salió en las páginas de fans: J.K. Rowling, que nos dio a Harry Potter (y toda la locura consecuente), había escrito un libro nuevo (más) y lo había publicado con un pseudónimo. Esta nueva novela había recibido buenas críticas, mejores incluso que la que había publicado con su nombre y apellido. Como nunca faltan ociosos en el mundo, algunos "estudiosos" que  leyeron el libro, hicieron una comparación entre el estilo del "Cuco" y (supongo) las novelas de Harry Potter, y llegaron a la conclusión de que Rowling era la autora. Cuando se lo preguntaron, ella no lo negó...y lo demás es historia.
Cuando me enteré, hace unos meses, mi esposito y yo logramos conseguir la edición digital en inglés (aún no la habían traducido). Debo decir que aunque los primeros capítulos me parecieron interesantes, no pude terminar de leer la historia, creo que leer en la computadora me empieza a pesar (otra síntoma de mi envejecimiento).
Afortunadamente, mi esposito (tan considerado como siempre) me lo regaló para Navidad, gloriosamente traducido al español. Ordenar mi lista de libros por leer siempre es difícil, pero cuando empecé a leer "El Canto del Cuco" me atrapó. 
Al principio me pareció un poco decepcionante, el detective Cormoran Strike carece de la gracia social y simpatía de otros detectives, por no decir de la agilidad y la solvencia económica. A pesar de la insistencia que se hace en el relato de que es un hombre meticuloso, ordenado, de mente ágil y metódico, uno no se lo acaba de creer porque anda por ahí lidiando con una tormentosa vida personal (que implica a una ex-novia un cacho rara) y una prótesis en la pierna.
Su "ayudante" es su secretaria temporal, Robin, una muchacha inteligente, avispada, felizmente comprometida y que siempre tuvo el secreto deseo de ser detective. Detrás de la fachada bonita, la chica tiene mucha perspicacia, inventiva, y un gran talento de actriz en circunstancias apuradas que requieren soluciones rápidas.
Estos dos se conocen en uno de esos días raros en que todas las coincidencias parecen juntarse: En medio de la debacle financiera y emocional que parecen a punto de mandar su trabajo de detective, su compromiso con su novia, e incluso sus finanzas por un tubo, aparece el cliente que podría ser la solución a todos sus problemas. Un hermano desesperado por el aparente suicidio de su hermana modelo, le pide a Cormoran Strike que re investigue el caso y que encuentre la verdad.
El caso tiene todos los visos de un suicidio: la única testigo estaba drogada con cocaína cuando sucedió el hecho, nadie más se dio cuenta de nada hasta que la modelo estuvo muerta y la pobre chica tenía desorden bipolar, estaba bajo medicación y tenía fama de inestable. Nadie más que el hermano de modelo cree que haya sido otra cosa, ni siquiera Strike. El caso avanza y salen datos, pequeñas cosas que no parecen no tener conexión entre sí, versiones contradictorias de los mismos hechos y la misma persona.
Lo cierto es que, en medio del berenjenal de la vida amorosa y emocional de Strike, las breves pero simpáticas colaboraciones de Robin, y la extraña descripción del mundo de los ricos y famosos de la moda, todo el alboroto no parece tener sentido para nadie que no sea el mismo detective. Sólo a la mitad del libro uno cae en cuenta de que, en verdad, Strike se ha dado cuenta (mucho antes que el lector) de que hay algo más de lo que parece en el caso de la modelo hecha puré en su acera. Y ni por si acaso logré llegar a deducir al culpable de entre la bola de posibles sospechosos.
Tengo algunas quejas por algunos errores en la traducción, pero en general es un libro muy disfrutable, tanto para las personas que disfrutan del género como para los que no tienen ni idea. 

sábado, 4 de enero de 2014

Perspectivas

Comenzó un nuevo año, y aunque trato de ser optimista y positiva, no puedo evitar sentir que es una prolongación de la mala suerte de los últimos meses del 2013, en especial en días como estos en que todo sale al revés. No son cosas terribles (excepto, tal vez, el espejo roto en la tienda por una mocosa a la que sus padres ignoraban), pero me descomponen.
Ahora, las cosas que sí son verdaderamente feas y grandes son demasiado...feas y grandes y no mías como para ir contándolas, mucho menos por aquí que es un espacio relativamente "público" (relativamente porque es sólo una arenita en una inmensa playa), son lo bastante deprimentes como para tenerme bajoneada. Súmenle una buena dosis de hormonas, y aquí me tienen.
Sin embargo, tratemos de ver el lado positivo de este año: peor que el anterior, no puede ir (diga lo que diga la madrastra de Cenicienta), no importa cómo estén las cosas ahora, sólo les queda ir para arriba. Nunca he hecho eso de lo propósitos de Año Nuevo y cursiladas así, y tampoco lo hice este año, pero sí hay cosas que quiero hacer y que quisiera que sucedan. Digo, tengo ya los suficientes años como para haber aprendido a que debo tomar las riendas de mi vida aunque me dé flojera hacerlo.
¿Perspectivas para el año? Tiene que salir bien.

miércoles, 1 de enero de 2014

Chiste cruel

Dos viejitos estaban una noche en su camita, preparándose para dormir, cuando el viejito le dice a la viejita: "Feliz año nuevo...feliz año nuevo...". La viejita, sorprendida, le recuerda al viejito que estaban todavía en junio, pero el viejito seguía: "Feliz año nuevo...feliz año nuevo...". Entonces, la viejita le dice al viejito: "A ver, viejo, ponte tu placa dental...". El viejito se pone su placa y le dice a la viejita: "Felisa me muero...Felisa, me muero...".
Feliz año nuevo a todos.