domingo, 29 de septiembre de 2013

La semana de la locura

Nota breve, en serio. Esta semana fue la más loca que he tenido en mucho, mucho tiempo, algo así como el corolario que necesitaba este mes de locura para irse al fin. Ya sé que aún queda un día más que se termine oficialmente, pero no sé cuánto más de malo pueda pasar en un día que no haya pasado ya en el mes (mejor me callo, las probabilidades siempre me derrotan).
Más allá de la locura en el trabajo, y los afanes de un viaje enloquecido, lo peor fue el desgaste emocional. Digo, visitar a los enfermos es algo bueno, pero es tan doloroso ver alguien que quieres sufrir, más sabiendo que no hay nada que puedas hacer para ayudar. Nada que no sea rezar. Al final, las oraciones son lo único que queda, la fe en que sólo Dios puede hacer algo.
Sé que los milagros no son frecuentes (si lo fueran, no serían milagros), pero no se sabe nunca. 

domingo, 22 de septiembre de 2013

El caso de los chubby bunnies

Ayer tuvimos una actividad algo inusual en el Club que implicaba violar dos buenas normas de urbanidad: llenarse la boca de comida y no tragarla y hablar con la boca llena (de forma comprensible, claro está).
El asunto era meterse un masmelo a la boca y decir "chubby bunny". Después de un minuto, si no se había podido resolver el problema, había que meterse otro masmelo, con lo que ya eran dos, y volver a decir "chubby bunny", y así sucesivamente hasta llegar a cinco masmelos. 
No voy a decir que era muy agradable de ver, pero definitivamente era muy gracioso de ver a todos con  cachetitos inflados (hablando de conejitos regordetes). A la mitad del juego, ya nadie le decía "masmelos" a los masmelos. Al final del juego, nadie quería comer más masmelos por el resto de sus días.
Personalmente, no quiero comer chubby bunnies en una semana (después de eso, no hay problema).

viernes, 20 de septiembre de 2013

Un día en medio de los días

¿Muy críptica? No he escrito mucho recientemente, en algún momento de este mes mis ganas de hacerlo se fueron por el tubo. Es decir, realmente está siendo un mes demasiado complicado, el peor septiembre que alcanzo a recordar (aunque como mi memoria es un asco, puede que eso sea bastante relativo). La verdad sea dicha, lo único que quiero es que este mes se termine.
Ha tenido buenos momentos, no puedo negarlo, como el paseo a Pairumani o...mmm...bueno, estoy seguro que hubo más, pero, de veras, mi memoria apesta para estas cosas. En general, hubieron demasiadas cosas serias, una superpuesta a otra, que hicieron complicado este mes. Aún falta para que se acabe, y sé que aún faltan cosas aún más feas en la semana que viene (es más, las estoy planificando con anticipación, el desastre no me puede pescar desprevenida).
Pero, en medio de toda la locura, un día como hoy en que las cosas salen tan bien que hasta alcanzo a peinarme y descansar es absolutamente refrescante. Sí hubo problemas (gritarte media hora por el teléfono con tu jefa por los impuestos no es algo bueno), pero de alguna bizarra e inesperada manera las cosas se resolvieron y empezaron a funcionar, algo que no había sucedido en días. Me siento agradecida por este día. Probablemente, los demás días de este mes resulten ser una porquería, pero este viernes fue genial.
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(Termina la transmisión cursi del blog. Para más sarcasmo, esperen unos días. Gracias)

viernes, 13 de septiembre de 2013

Más malas noticias

Definitivamente, todo en este mes está saliendo al contrario de lo que debería. No malo, está simplemente al revés, no tendría por qué ser así. Pero es (maldita la suerte).
Parece que las malas noticias no deja de llegar, y todo se junta como para que no logre hacer nada, o como para que no pueda hacer las cosas como quisiera, que es aún más frustrante.
Creo que lo único que quiero es que septiembre se acabe.

sábado, 7 de septiembre de 2013

Después de la muerte

Entre una cosa y otra, recién encuentro el valor y las ganas para escribir esto. El martes mi bebito se durmió para siempre. No me dejaron estar con él en la veterinaria (alguna estúpida regla que no tiene sentido para mí) y creo que esa fue la peor parte de todo el asunto, sin contar con mi sobrinito que estaba muy asustado porque creía que su perrito (que es MI otro perrito, en realidad) seguiría el mismo camino inmediatamente.
Es horrible hacerme a la idea de que mi bebito no está más aquí, que no llegaré a casa a ver si está bien o si comió o no tiró nada; o que no iré tampoco a casa de mis papás y veré si está dando vueltas por el jardín; o que mi mamá no me llamará más para contarme las últimas locuras o torpezas de mi bebé. Es triste darme cuenta que se mi amigo de la infancia se ha ido, y esa idea es una de las peores partes.
La otra peor parte es, como diríamos vulgarmente, levantar el desastre que quedó atrás. Por ejemplo, nos dimos cuenta de que su casita, que yo pensaba conservar, estaba con termitas. Si hay algo a lo que le tengo pánico es a que esos bichos espantosos se metan a mis muebles (lo que sólo agudiza la idea de que parte de mi infancia se acabó de ir con mi bebé y que sólo quedó la yo vieja, no de mis mejores encarnaciones), así que la casita tuvo que irse de regreso a la casa de mis papás, que botarán la otra casita que está más llena de termitas. Súmenle lo de llevar la comidita que no comió, guardar su chompita, y lavar el desastre de mantas y cobertores que usó en sus últimos días y estamos servidos.
Aún así, lo extraño mucho. 

lunes, 2 de septiembre de 2013

Otra vez, la vida

Los análisis salieron mal. Todo lo que mi pobre perrito podía tener descompensado, lo tiene. La veterinaria dijo que su hígado y su páncreas fallaron, por eso no quiere comer, y no hay tratamiento ya para él, considerando su edad y todo, sólo sería para paliar un poco las molestias pero a la larga se moriría de eso, y sería peor. También nos dijeron que está sufriendo, y a medida que su condición avance será peor.
Hace unos meses, cuando mi abuelito estaba por partir, escribí que me sentía poco caritativa respecto a él por cosas que no vienen al caso. A pesar de todo, al final sentí que partiera. No puedo decir que lo extrañe terriblemente, pero lo recuerdo con la alegría de los recuerdos de la infancia que son los mejores que tengo de él. Fue un buen abuelo.
Ahora que mi perrito va a partir me siento poco caritativa conmigo misma. Tal vez pude cuidarlo mejor, hacer más antes de que llegáramos a la condición en que está ahora, que sin ser grave, es triste de ver. Mi esposo y mi amiga Marce me dicen que no es hora de arrepentimientos, si no de aliviarle lo poco que le queda de vida y dejarlo ir en paz. Pero, en cierta forma, siento que le he fallado. Creo que, a pesar de todo, hice bien en traerlo estos últimos días, no creo que lo hubieran cuidado en mi casa como nosotros lo hicimos estos días (y estas últimas noches, que hemos dormido en períodos de dos horas, saltando al menor ruido para atenderlo). 
A pesar de todo mi sentido de culpa, he de admitir que tuvo una vida interesante. Hizo muchas cosas que varios perros no alcanzan a hacer en toda su vida, desde perseguir ovejas a mudarse de ciudad, pasando por hacer corretear tras él a viejos y niños en sus múltiples escapadas, cazar pájaros, ratones y ranas (nunca supe como se metió esa cosa en el jardín), saltar muros del triple de su tamaño y sobrevivir al perro-chupacabras. Tengo muchas historias buenas con él, no creo que llegue el día en que pueda dejar de relacionar sus andanzas con las tonterías de otros perros.
Y como si no fuera suficiente, justo estos días escuché una canción simpática y algo boba. La estuvimos practicando para un juego del Club y se me pegó. Y después escuché la letra bien y la relacioné con mi bebé. No puedo escucharla sin llorar. Creo que jamás dejaré de escucharla sin pensar en mi cachorro. Siempre será mi cachorro.