Estos meses de invierno, Cochabamba ha estado pasando por una sequía muy fea. De más está decir que en los pueblos se han declarado en emergencia porque las cosechas y los animales se fueron al cuerno por la falta de agua. En la ciudad, el suministros de agua está racionado y lavar la ropa una vez a la semana se está volviendo un lujo.
Pero, lo interesante del caso es que recién hace unos pocos días caí en cuenta de que esta situación es culpa nuestra, de mi esposito y mía (ni crean que me voy a echar toda la culpa). Debimos considerar la fuerzas sobrenaturales que estábamos manejando, pero no lo hicimos. Las ignoramos y ahora toda la ciudad paga el precio.
Sucede que Auror, nuestro pequeño bebé precioso, tiene una línea directa con San Pedro, San Severino, el meteorólogo o quién sea que esté a cargo de las lluvias. Cada vez que decimos que ya le toca baño, o que se bañará el fin de semana, o algo por el estilo, empieza a llover. Sin falta. Ha escapado del baño así un montón de veces. Nos pasamos al método de deletrear b-a-ñ-o para confundirlo, pero sólo funcionará hasta que caiga en cuenta de cómo funcionan las letras (y considerando que es un perrito muy listo, no creo que tarde mucho).
Cometimos el error de decir en voz muy alta, al inicio de este invierno, que no se bañaría hasta que empezara la primavera... y ya ven. Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa. No puedo, en ningún caso, culpar a Auror. Digo, sin el incentivo correcto para usar sus poderes, ¿por qué usarlos?
En cuanto caímos en cuenta de lo que habíamos hecho, empezamos a hablar de baños y fines de semana, duchas y bañeras, shampoo y toallas. Como un reloj, hoy cayó la tan esperada lluvia, y justo cuando empezamos la primavera.
Auror estará bajo amenaza todo el verano.