viernes, 19 de octubre de 2018

Inspiraciones y Referencias

Debo ser honesta en un aspecto de uno de mis múltiples vicios: Sí, me encanta leer, pero odio los libros de teoría y relacionados. Muy rara vez he logrado terminar un libro de teoría de lo que sea, y cuando lo hice fue por pura terquedad o porque realmente necesitaba terminar de leerlo. La teoría es árida y los escritores de teoría no saben hacerla interesante. Puedo ser una geek rata de biblioteca, pero jamás seré una académica (al parecer).
Por supuesto, existen las excepciones a toda regla. Si les dijera que acabo de terminar una muy sesuda monografía que analiza el trabajo de un director de cine, sonaría a que contradigo todo el párrafo anterior. Pero si les aclaro que la monografía en cuestión analiza la obra de Hayao Miyazaki, el mero mero de Studio Ghibli, cambia la cosa, ¿verdad?
¿Cómo terminé con una monografía que no me pagaran por revisar? Sencillo, mi esposito, que me sabe todos mis vicios (y si no sabe, se los inventa), me trajo "El mundo invisible de Haya Miyazaki" de su viaje a Buenos Aires. De entrada, el diseño del libro es precioso, con un montón de dibujitos (sí, ya sé, sueno a niña de 5 años), pero si vas a hablar de manga y anime, mínimo pones dibujitos.
Básicamente, el libro es un análisis de todas las influencias y referencias que se pueden encontrar en el trabajo de Miyazaki, incluidos sus largometrajes, sus cortometrajes y sus obras publicadas (el hombre es un capo, por cierto), desde sus inicios en Toei hasta el estreno de "Ponyo en el acantilado" (o sea, hasta hace relativamente poco). Miyazaki tiene un estilo bien definido y una forma de trabajo con la que se maneja Studio ghibli, con la que muchos otros directores no están de acuerdo, pero que definitivamente le funciona. La parte mala, las producciones del Studio dependen casi totalmente de él.
Aparte de su "modus operandi", Miyazaki tiene ideas claras de lo que quiere plasmar con sus historias, un propósito definido por una filosofía personal pero que le debe mucho a sus fuentes de inspiración y a sus pasiones (como volar, algo que es muy claro en casi todas sus películas). Si bien toma mucho de fuentes extranjeras, le debe aún más a la cultura japonesa, a su religión y sus mitos antiguos. Y a pesar de que se nota que sus producciones, incluso las que toman más de fuentes externas, están muy ligadas a Japón, son entendibles para públicos no japoneses porque sus mensajes principales son muy universales.
Obviamente, el análisis que presenta el libro es mucho más profundo, muy bien documentado y lleno de ejemplos de las mismas obras que se analizan. Incluso si no se recuerdan todos los detalles de las películas, se puede seguir fácilmente todo el análisis. Y como es un tema interesante (para mí, al menos) no se vuelve una lectura pesada. 
Vale la pena armarse de paciencia y salir de la idea de que los libros académicos son del diablo (que lo son, pero este no) y darle una mirada a este trabajo. De veras.

jueves, 4 de octubre de 2018

Vicios de toda la vida

Cada año se repite esta entrada en algún momento (si no es en dos momentos), y es que hay impulsos que son más fuertes que la voluntad de cualquiera en esta casa (y eso incluye a los perros). A estas alturas de octubre (y habiendo ignorado olímpicamente todo lo que pasó y dejó de pasar en septiembre), lo habitual es la Feria del Libro en Cochabamba.
Como siempre, procuramos ir el primer día a comprar los libros que después no encontraremos y decidir los que pueden esperar a las rebajas del último día, y ver de paso quiénes serán los afortunados que reciban libros por Navidad. Hasta ahí, todo normal como siempre, si no fuera porque hace dos semanas nos pusimos a ordenar un poco el desorden de la casa. 
En un intento por despejar la mesa del comedor de todas las cosas que siempre acabamos poniendo encima, tratamos de distribuir los libros apilados en los pocos espacios disponibles en la estantería (o sea, tratar de apretujarlos lo más posible sin hacer que el librero acabe derrumbándose por el peso). Lastimosamente, la realidad es que ya no hay espacio y los libros se nos apilan en todas partes: en la mesa del comedor, la de la salita, el piso del escritorio, mi velador... Ustedes digan una superficie horizontal cualquiera, y es probable que tengamos algunos libros acumulados ahí. 
Viendo las cosas así, nos dijimos que, siendo las circunstancias lo que son, este año evitaríamos comprar más libros en la Feria del libro... a no ser que fuera algún libro raro rarísimo. Nada de compras hasta conseguir estanterías. ¿Hecho? Hecho.
Y... primer día de la Feria del libro, y acabamos volviendo con cinco libros nuevos a casa, cuatro de ellos para nosotros, además del propósito de hacer una lista clara de qué libros tenemos y no comprar repetidos (aunque eso no impidió que tuviéramos tres ediciones de "El Hobbit", dos de "El Silmarillion", varias de Harry Potter diferenciadas por el idioma... y así podemos seguir).
Me pregunto si terminaremos como una pareja de acumuladores de libros que vi una vez en televisión: pilas de libros del suelo al techo y tapando los pasillos... No creo que ese sea un destino despreciable.