viernes, 29 de marzo de 2013

Viejas envidias y nuevos rencores

Cuando tenía alrededor de nueve o diez años nos hicieron leer "Las aventuras de Tom Sawyer" en el colegio. Recuerdo que entre las preguntas del informe que había que presentar, una de ellas decía algo así como '¿Con qué personaje te identificas más?'; puse que con el indio Joe, por ser vengativa y rencorosa. Y cualquiera que me conozca y/o lea este blog se dará cuenta de que no he cambiado.
 Sucede, jóvenes saltamontes, que desde hace unas semanas ando con un dilema moral grave. En este momento estoy en mi tierra, Sucre, con todo el coro para un festival de música barroca. Dado que lo único barroco de nuestro repertorio es el Gloria de Vivaldi, pues nos lanzamos a la aventura con eso. Me encanta esta obra, no crean, pero cantarla pierde gran parte de su encanto si tengo que lidiar con gente como nuestra amada solista soprano. Aunque me digan que gran parte es envidia (que puede que sea parte de la mezcla de emociones que conforman mi odio), la mayor parte de mi bronca viene de su completa falta de seriedad con el trabajo. Digo, si una va a ser solista debe trabajar su solo (y no inventarse lo que no estudió, como hoy), ir a todos los ensayos (y no sólo a dos de los diez), o por lo menos, llevar las partituras al ensayo (que no hizo nunca). Sí, la solista tiene buena voz, pero nada de técnica y menos para barroco...y aún así asesina los solos (a mi buen entender, que es donde todos me dicen que es la envidia).
El punto de toda esa diatriba quejumbrosa es que a la changa esa le tengo tanta bronca guardada que ni siquiera puedo hablarle bien, es más, ni le hablo. De ahí a pasar horas planeando asesinarla con la cosa del fregadero, hay un paso.
Mi dilema moral venía en la parte de que revisando el programa del Festival, me encontré con que una compañera mía de colegio estaba en la nómina como solista contralto. Esta muchacha siempre (y eso es como de cuando teníamos ocho años y entramos por primera vez al coro del colegio) tuvo una voz excelente, de esas que te matan de envidia. Nunca quise ser contralto, pero siempre le envidié el don, porque no hay otra forma de llamarlo. Pero del coro del colegio a hacer canto lírico de un rato para el otro y pasar a solista en dos patadas...dejémoslo en que ahora le tengo más envidia aún. Entonces, estuve dos semanas debatiendo conmigo misma a cuál de las dos debía matar con la cosa del fregadero. Hasta esta mañana.
Estábamos ensayando con la orquesta, solista irresponsable incluida, cuando del piso de arriba, apareció mi compañera de colegio. Se acercó al ensayo y...me buscó con la vista. Me saludó, feliz de verme, me felicitó por mi boda, y charlamos un ratito. Se veía tan feliz que no pude tenerle más ganas de matarla por envidia (estúpido corazón de pollo). Ahora mismo estoy en el concierto del día, esperando a que ella salga a cantar.
Así que mi dilema moral ha concluido (y la balanza se inclinó definitivamente después del ensayo de los solos de soprano de la tarde). Prefiero mantener mi envidia en niveles saludablemente cordiales y positivos...y mi bronca en niveles sangrientos. Cosa del lavamanos, tengo un gran trabajo para tí.




lunes, 18 de marzo de 2013

El extraño caso del habitante del lavamanos

Casi desde que nos casamos, como una semana o poco más después de la boda, nos dimos cuenta de que algo iba muy mal con el desagüe del lavamanos de nuestro baño. Primero, mi esposito recurrió a la clásica técnica de destaparlo con sopapa (esa cosa de goma que succiona lo que sea que se haya quedado trancado), aunque no resultó muy efectiva. 
Después pasamos a cosas más agresivas como echarle destapacaños que, por cierto, tienen base de ácido nítrico, capaz de dusilver cabellos y pedazos de jabón y cosas por el estilo. Al principio, pareció funcionar bastante bien, tanto que no nos hicimos problemas del olor a pelo quemado que salía del desagüe central del baño cuando le echábamos la cosa esa. Pero, en estos casi cinco meses que llevamos habitando nuestro cuartito, el efecto del destapacaños parecía servir menos.
Mi mamá alguna vez comentó que vio salir una planta del lavamanos, pero la historia no resultaba muy creíble, digo, ninguna planta debería sobrevivir al ácido nítrico, ¿verdad? Así que seguimos metiéndole destapacaños en cantidades espantosas, y sólo consiguiendo resultados no muy durables.
Hace unos días, y después de unas dos semanas casi sin problemas, nos encontramos con que el pinche tubo estaba tapado otra vez. Alguna vez, ya habíamos metido la mano al desagüe central del baño buscando posibles tapones de pelo (es que siempre mi cabello demasiado susceptible a la gravedad tiene la culpa), así que mi esposito metió la mano de nuevo y se encontró con, aparte de los previsibles pelos, con una especie de raíz.
Entonces, volviendo del cine, agarró un alicate, me pidió que le alumbrara y empezó a tratar de jalar a la tal raíz. Al principio, sólo salían pedazos de la tal cosa que se iba partiendo a medida que la jalaba, pero un rato de esos apareció una rama que no se partió. Al jalarla, salió esto:

Aunque parezca un pedazo de cuerda, no lo es....y no olía como cuerda, tampoco. Pensamos que esa era la rama principal, porque el agua del lavamanos empezó a correr con algo más de facilidad, y que las raíces que todavía asomaban eran los "restitos" de la planta. Mi esposito siguió jalando las tales raíces, cuando se dio cuenta de que medio que no querían salir. Jaló más fuerte, y después de mucha guerra salió esto:

La porquería esa debía medir poco más de 1m. y pesaba alrededor de 1kg. En cuanto salió, escuchamos un ruido de succión del tubo y el agua empezó a pasar como si nada, un lujo que no hemos tenido en un buen tiempo. Calculo que la cosa esa debía ser del ancho de la cañería, así que eso explicaría por qué el agua no salía. Supongo también que lo que hacía el destapacaños era deshacer las partes que estaban enredadas con pelo y las ramitas más delgadas, pero la planta centrar quedaba y seguía creciendo por todos lados. O sea era un planta mutante.
El baño quedó oliendo a rayos, la cosa se fue directo a una bolsa de basura porque ni de composta sirve, y mañana tomaremos venganza sobre las ramitas sobrevivientes con grandes dosis de destapacaños.  Y después de limpiar el baño con desinfectante olor a lavanda, es una alegría ver salir el agua sin quedarse horas fomando una mini piscina en el lavamanos.

sábado, 16 de marzo de 2013

Quejarse

He estado revisando las últimas entradas de este pretendido blog y he caído en algo: cuando no hablo de alguna pelìcula, me estoy quejando de algo. El más reciente motivo de mis lamentaciones es, lógicamente, la mudanza.
Dejemos de lado el hecho de que, definitivamente, estoy cada vez más aterrada con la idea de dejar mis casa y pasemos a los aspectos "prácticos" de la sitación. Llevamos toda la semana vaciando cajas. Odio vaciar cajas. Más aún si dichas cajas parecen no tener fin.
Ya van dos noches que me sueño con que sigo sacando cajas y más cajas y nunca terminan, no es lel más original de los guiones de mis sueños, pero ya me está empezando a cargar. El otro detalle de tener esa clase de sueños es que me duermo cansada y me despierto más cansada aún. Hoy me pasé todo el día bostezando...excepto cuando me caí dormida de cansancio a media tarde, claro.
Lo único positivo es que, al fin, convncimos (o más bien, no le dejamos mucha opción) a la mamá de mi esposo de llevarnos a mis bebés a vivir con nosotros. Lo cierto es que, considerando los miles de "accidentes" de todo tipo que tiene mi perrito más viejo, es lo más caritativo dejar que se vaya conmigo. Por ejemplo, esta mañana me lo encontré botado en el jardín con un hueso trancado en su hociquito, al parecer se lo dieron anoche mientrs yo no estaba y no pudo romperlo porque ya no tiene muchas muelas. Tuvimos que sacárselo con mi esposito, si nosotros no hubiéramos estado aquí no sé qué hubiera pasado. Digo, en mi casa nadie más que nosostros tendría el valo (y el estómago) de meterle la mano a la boca, llenarse de babas de mordiscos, y sacarle un hueso que está todo babeado y con algunos rastros de sangre y huevas.

miércoles, 6 de marzo de 2013

Llegó marzo...


Febrero siempre me ha parecido un mes decepcionantemente corto y rápido. Recuerdo que, según mi mamá, hay una razón histórica que implica mucho egocentrismo para que tenga tan pocos días, pero no estoy muy segura (Nota para mí: investigar qué tienen que ver Julio César y Augusto en esto). Creo que la única parte  buena es que el sueldo llega un poco antes.
Siempre espero marzo por dos buenas razones: cumpleaños de mi esposito y cumpleaños de papá. Pero ahora estoy temiendo el avance de marzo porque sólo significa una cosa: el momento de mudarnos llegó. Hoy,  por ejemplo, llevamos todos mis libros y algunas cosillas más; ya varios de los regalos de boda y mi glorioso mueble gigante fueron hace unas dos semanas, antes de que pusieran la baranda a la escalera. 
Es como para ponerse deprimirse un poco...