jueves, 18 de abril de 2013

Historias departamentales

Y bueh, nos mudamos. El domingo nos vinimos al nuevo departamento con camas y petacas, como se dice. Muy previsoramente, ya habíamos estado trayendo algunas de las cajas más molestas, como las de los regalos de boda, y las últimas con las cosillas que quedaron sueltas en nuestro cuartito y que tuvimos que meter en otras cajas. La idea era sólo quedarnos con la ropa del día, las bolsas de ropa, los muebles y una que otra cosillas que pudiera quedar por ahí.
Lastimosamente, la mitad de mis planes de tuercen, así que resultamos cargando la vagoneta de mi papá con miles de cajas y cajitas que estaban dando vueltas por ahí. De las lágrimas y despedidas ni hablemos, porque me deprimo, y vámonos directo a la parte en que Marce, mi hijaAdri y Zote se quedaron a ayudarnos el traslado.
Creo que la mejor parte de esa mañana fue ver a mi esposito y a Zote tratando de armar la cama...del revés, o sea, con las patas hacia arriba. Su plan, teóricamente, era voltearlo cuando tuvieran listo el armazón en que va el colchó, pero creo que no resultó bien. Tuvieron que armarlo del lado correcto mientras nosotras reíamos como locas. La verdad, aún sospecho que se va a caer cualquier rato (la cama), hace ruidos extraños cuando me lanzo encima con todo mi peso. Espero que sea que se está asentando o algo así.
La primera noche fue como volver a nuestra primera noche en el cuartito. No se podía dormir. ¿Por qué? Sencillo. Se nos ocurrió cambiar de edredón por uno que nos regalaron en la boda y que resultó ser algo chiquito. Como estamos acostumbrados a dormir sin frazada, no le pusimos más que las sábanas y el edredón a la cama. Gran error. Al menos yo, dí vueltas todo la noche buscando el extremo del edredón para cubrirme, porque mi esposito de lo jalaba a su lado...supongo que porque él también andaba buscando cubrirse cuando yo jalaba la cosa esa hacia mi lado. Un desastre.
Lo cierto es que odio mudarme. Aparte del hecho de que ahora estoy lejos de mi familia, resulta que ahora toda la mudanza depende de mí (o al menos, la mitad teórica). Eso significa que no tengo a mi mamá o a mi papá para que se hagan cargo de ordenar la cocina, la sala, los platos, las ollas y demás huevas. Todo eso corre de mi cuenta.
La parte de comprar comida no es complicada, al menos no de momento. Simplemente nos fuimos al IC y compramos muchas cosas útiles y necesarias. Nada de superficialidades como papitas fritas, nachos, algún refresco, o cosas así para los recién mudados. De todas formas, el refri aún se ve pateticamente vacío.
La parte fea es la de vaciar las cajas. Hay cajas por todos lados, con una cosa y otra, y eso que pensaba haber botado a la basura muchas cosas que ya no eran necesarias. Empezando de mi ropa, hay muchas cosas que sobran, la peor de todas: vajilla.
Hoy se me ocurrió ordenar un poco las cosas que irán a la cocina y demás. Me encontré con que el mueblecito es muy chiquito para estar guardando las fuentecitas y cosas así ahí, y entonces me puse a vaciar las cajas de vajillas de la boda.
Cuando abrimos los regalos ya me había dado cuenta de que a todo mundo le dio por regalarnos platos, pero no había caído en cuenta de qué tantas eran hasta hoy. Me pasé la tarde y parte de la noche acarreando cajas con porcelana y sacando pieza por pieza para ponerlas en su sitio. Saqué en total 42 tazas, 42 platos planos, 42 platos hondos grandes, 6 platos hondos pequeños, una sopera, 3 teteras, 8 vasos, 4 copas, 42 platillos, 34 paneritos, 3 ollas, 1 licuadora, 1 sandwichera, 3 juegos de cubiertos, 2 sartenes, 9 fuentes y ahí perdí la cuenta. Aún me falta la vajilla más grade, pero esa puede quedarse un tiempo más en su caja. Hay un cerro de cartones y demás material de embalaje, y la espalda me mata. 
Lo grave es que el desorden de cajas y cajitas sigue por todos lados.

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