Decir que el 2016 fue bastante interesante sería quedarse corto. La mayor parte del mundo concuerda en que fue un absoluto y completo desastre, pero sería hipócrita y desagradecido de mi parte decir que no tuvo sus cosas buenas a pesar de todos las desgracias que llovieron.
Enumeremos:
1) Pude entrenar todo lo que quise (y también todo lo que no quise).
2) Tuve mucho tiempo para pasar con mi familia y amigos.
3) Gané en mi categoría en los nacionales (muy relacionado con el punto 1, por cierto).
Podría seguir, pero la memoria me falla y de todas formas el punto no es restregar a todos lo bien que me fue a pesar de las cosas malas. El 2016 pudo ser un mejor año, pero también tuvo sus cosas buenas. Soy una persona afortunada incluso cuando no me doy cuenta de ello.
No soy de las que cree que empezar un nuevo año cambia las cosas en algo, los problemas y todas las cosas de las que uno piensa huir cambiando un número no desaparecen. Pero, al comenzar este 2017, me siento extrañamente reflexiva (y espero que se me quite pronto) y aunque no sea fan de hacer listas de propósitos y tonterías por el estilo, tengo el deseo de hacer que este año sea bueno sin importar lo que pase.
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