domingo, 26 de mayo de 2019

Pensamiento, palabra, obra y omisión

Llevo un buen tiempo sin escribir, y siento que cada vez esto se pone más trivial y ya es lo último. Hoy vengo aquí, probablemente el lugar más inseguro del mundo para ventilar mis mal llevadas emociones, pero con todo el que menos chance tiene de ser encontrado por las personas a las podría o no aludir en este post (y darse cuenta que son ellas).
El Selectivo vino y pasó, y fue tal vez una de las peores experiencias de mi vida deportiva, considerando lo que estaba en juego. Sí es cierto que tuve la mala suerte de lesionarme pocos días antes, y aunque hice tratar la lesión a tiempo, no fue lo suficiente para estar al tope de mi rendimiento. A eso súmenle mis más que obvios nervios y miedo al fracaso que suele aparecer justo cuando menos lo necesito, y fue un desastre total. Fue peor de lo podía hacer imaginado y ni siquiera la medalla de oro en equipo femenino me sirvió de consuelo. Lloré como nunca en mi vida y en público! En público, a la vista de todos los metidos en el deporte porque no era sólo el hecho de quedar atrás y no estar en la Selección para los Panamericanos con esos cupos que yo ayudé a ganar en Medellín, era sentir que había regalado mi logro por no pelear más cuando aún podía, lesión o no lesión, viento o no viento. 
De eso, ya va más de un mes, y aunque el deseo de quedarme en mi cama llorando y comiendo a turnos, y mandar a todos al demonio, consuelos y palabras huecas incluidos, ha disminuido considerablemente, aún no logro salir del hueco. Sí, hay un plan de entrenamiento y todos dicen que siempre hay una chance de que algo cambie, pero prefiero no hacerme ilusiones en vano. Admito mi culpa en todo este desmadre, pero en mis peores momentos siento la bronca contra todo el mundo, todos los que tuvieron o no algo que ver en esto, todos los que aún siguen teniendo una parte aunque sea lejana... y estoy segura que eso no es bueno.
Tal vez porque me criaron en la religión católica, en que casi todo es culpa, es que creo que, a pesar de lo que digan los psicólogos modernos, no todas las emociones son válidas, en especial si esas emociones están dirigidas a desear el mal al prójimo porque no puedo superar lo que hice mal, y lo que ellos también hicieron y hacen mal.
Quiero que la vida siga, y quisiera poder plantearme nuevas metas pero en este momento no veo cómo, no veo una forma en que todo lo que había esperado, deseado y trabajado llegue a darse de laguna manera. Soy una persona de más de 30 años que no sabe lidiar con el fracaso.
Y encima de todo eso, hay algo que me molesta más que mi propio fallo (lo que también está mal). Detesto las mentiras y los falsos consuelos, las palabras que algunas personas lanzan sólo porque sienten que deben consolarme... o las que callan porque sienten que deben "protegerme" ocultando cosas. Es ridículo y en no me hacen sentir mejor, me hacen sentir mucho, mucho, mucho peor de lo que ya me siento. Y tal vez todo esto se relaciona con dos cosas muy específicas: Fotografías y el campamento.
Parecen que no tienen sentido, pero sí lo tienen. Para rematarla, me recuerdan a una pregunta que escuché hace mucho: ¿Ocultar no es lo mismo que mentir? Para mí, sí es lo mismo. 
Hay días en que esas cosas, todas esa emociones con las que no puedo lidiar pero no quiero ventilar en voz alta porque no son buenas, se acumulan más que otros por pequeñas cositas, detalles que escucho por ahí y que veo confirmados después. Es ahí en que la frustración por mí misma se junta con el enojo a los demás y no hay por dónde sacarlos. Tengo que mantener una fachada firme y no dejar que nada de eso rebalse por ningún lado, porque no está bien desquitarse con los que no tienen culpa, y tampoco está bien desquitarse con los que sí la tienen porque negarían todo... y porque la rayada siempre termino siendo yo, y estoy harta de ese papel desde hace años, y no quiero volver a él. Ese llanto dolido, furioso y descontrolado de Santa Cruz fue el gran resbalón de la rayada que puedo llegar a ser, y es un error que no quiero volver a cometer.
Y entonces, sucede que mis pensamientos son malos y oscuros, y quisiera ser mejor persona o ser menos humana. Aunque no actúe de acuerdo a ellos, no significa que estén bien, y no siempre las palabras que se me salen son buenas, ni todo lo que callo es precisamente inocente.

martes, 2 de abril de 2019

La escalera del conocimiento

Ojalá fuera recta y fácil de trepar. Para alguien que, como yo, se sentía muy a gusto en las aulas, es triste admitir que mis tiempos de estudiante pasaron a mejor vida, o al menos mi paciencia para sobrellevar la vida de estudiante con gracia están en un lugar mejor.
Hace menos de dos semanas, nos llegó al correo de la Asociación una invitación para un curso de Monitores de Tiro con Arco que, en el escalafón del conocimiento y la preparación, están debajo de los Entrenadores de Nivel 1 y levemente encima de un arquero mínimamente independiente (o sea, casi todos los miembros de mi club). Considerando que, como siempre se dice en nuestros pagos, el cartón de certificado es lo que sirve, y que a la larga mi plan es pasarme a entrenadora cuando sea obvio que ya no estoy para competencias (o sea, en unos 20 años, calculo), este curso no era una oportunidad para desperdiciar... ni siquiera sabiendo quién daría el curso y conociendo a esa persona como la conozco.
Quisiera decir que el curso acelerado de cuatro días fue sencillo y agradable de seguir. Quisiera, en serio. Lastimosamente, el conocimiento, incluso aquel sobre el que tienes ideas bastante claras (a pesar de todos los posibles errores conceptuales que se podría esperar de alguien prácticamente empírico), es larga y retorcida. Muy retorcida. Imagínense que hasta aprendí de caballos y ciclismo de pista, que aunque sean deportes, no tienen mucho que ver con el mío. Cosas de la vida.
La pena de que mi capacidad de sentarme quieta en un aula y los entresijos y desvíos de la escalera del conocimiento se hayan encontrado es, obviamente, la pérdida casi completa de mi paciencia y mi absoluto desprecio por varios personajes que adornan el tiro con arco en Bolivia. Gracias a Dios, no compiten en mi categoría o me vería seriamente tentada a ponerles zancadilla de camino a recoger flechas.
Eso sí, el camino recorrido entre amigos, metafórica y físicamente, es el mejor. O que nos lo digan a los del Vico Móvil y los cantos del ruiseñor.

lunes, 11 de febrero de 2019

Nuevamente, la poke-cacería

En agosto (o fue julio, tal vez) de 2016, se habilitó Pokémon GO en Bolivia. Obvio, en los primeros meses, todo mundo jugaba y andaban como zombies con la cabeza metida en sus celulares. Con el tiempo, el grupo de los jugadores se redujo bastante pero quedó gente de lo más interesante.
Lastimosamente, siempre están los que hacen trampa y juegan con fly y resulta un problema cuando se trata de bajar un gimnasio, pero da una ligera ventaja cuando se trata de entrar a incursiones entre 5 en una plazuela vacía y ver que hay gente en combate en el gimnasio... En fin.
Desde hace un tiempo, entre los arqueros, de ser una de las tres que seguía jugando religiosamente, re aparecieron muchos en el vicio y ahora tenemos un grupito más agregados que salimos a pokemonear tratando de atrapar al pokémon legendario de turno en las incursiones. Caminamos como judío y evitamos llamadas de amigos y familiares en medio de los combates, y encima reímos como locos cada vez que a alguien se le escapa el bicho. Para rematarla, siempre acabamos comiendo algo por ahí y recuperando todas las calorías que quemamos en caminar.
Eso sí, me duelen mucho las piernas por las caminadas.

viernes, 8 de febrero de 2019

Y se me pasó el Año Nuevo...

Cada vez es más complicado mantener este blog. Realmente, historias no me faltan, cada día pasan cosas raras y vivir la agitada vida de una deportista es de lo más interesante... y la vez no. Mucho trabajo, mucho sacrificio y cero paga. La misma historia de todos.
De todas formas, esto va a que hace unos días mi laptop se suicidó de un solo saque. Aunque había dado señales previas de que su vida se agotaba, no pensamos que fuera realmente serio. Había el plan de ahorrar para comprar otra laptop, hacer un respaldo de los datos guardados y todas las precauciones que se toman cuando algo electrónico está por morir... pero como el momento no llegaba, simplemente no le dimos más importancia, hasta que realmente se reinició y el disco duro no arrancó más.
No sabemos exactamente qué pasó ahí dentro. Hay un leve olor a quemado, pero no tenemos manera de saber cuál fue la falla precisa que mandó todo por la borda. Como siempre, después de las lamentaciones de rigor, y echar cuentas sobre cuántos años tenía la difunta (unos 8, según mis cálculos), el siguiente paso era pensar en reemplazarla con algo más reciente, más resistente y que estuviera dentro de nuestras posibilidades económicas y los otros gastos que hay que hacer (más flechas...).
Resultado: Estamos en presencia de... mmm... la nueva laptop innominada de Meli. Largo tiempo dure.

jueves, 15 de noviembre de 2018

El mundo de las explicaciones extrañas (SPOILERS)

Juro que traté de hacer esta entrada sin contar mucho, en serio, pero hay tantas cosas que no me acabaron de cuadrar que no pude resistirme. Los que todavía no hayan ido a ver "Animales Fantásticos: Los crímenes de Grindelwald", no lean esto. En serio. 
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Un nuevo año, un nuevo evento para el Club HP. Hace bastante tiempo que no nos metíamos en estos alborotos. El estreno anterior, el cine con el que queríamos trabajar, básicamente, nos hizo una propuesta tan miserable (así es Cine Center, hablo de ti) así que preferimos ver la peli como todos los mortales. Para este estreno, ya hay nuevo cine en la ciudad y pues les hicimos un trato: entradas por evento. Buen trato para todos.


No es que no haya disfrutado la película. Al menos una buena parte, sí la disfruté. Si se tata de Rowling, soy una persona muy parcial y estoy dispuesta a confiar en su criterio e imaginación casi siempre. Pero (siempre hay un pero), hay cosas que, como buena fan/nerd me es difícil dejar de lado.
La historia comienza en 1927. El MACUSA va a mandar de vuelta a Grindelwald a Europa para que responda por sus crímenes, y obviamente todo sale mal (o no tendríamos película). Grindelwald, como todo villano que se respete, desea dos cosas: poder, en la forma de Credence (que, damas y caballeros, no estaba muerto), y estilo, en la forma de una mansión en París.
Newt, mientras tanto, sigue con sus amigos animales mágicos, convenientemente guardados en su maleta o su sótano (gran sótano, por cierto), y esquivando al Ministerio de Magia británico y/o a su hermano Theseus y su novia que era su amiga en Hogwarts, Leta Lestrange (les suena el apellido, seguro). En ese alboroto, sólo falta saber dónde están las hermanas Goldstein y nuestro muggle favorito: Tina está en París (qué coincidencia) y Queenie aparece con una Jacob con pinta de drogado /hechizado en la puerta de Newt.
Hasta ahí, todo va bastante coherente. Después, Credence escapa con Nagini (seguro que ya saben del lío de la maledictus), Tina conoce a un señor sospechoso en París, Queenie deja a Jacob después de Newt lo desembruja, y todos se van a París. Ya tenemos a todos los interesantes en la ciudad luz, y es momento de que se suelte el caos. 
Para empezar, la personalidad de Queenie se fue al cuerno en algún momento entre las dos pelis. Donde habíamos visto una mujer dulce e inocente, pero con una buena dosis de fuerza interior, ahora tenemos una mujer que más que dulce e inocente parece una niña caprichosa. Newt se pierde un poco en su propia película, y el protagonismo se lo lleva la historia de Credence (que no necesariamente él), Leta Lestrange, el pasado de Dumbledore y los planes de Grindelwald. Asumamos que eso se debe al título de la peli, pero incluso así esperaba más criaturas fantásticas y menos Jhonny Depp. 
Por cierto, Depp quedó bastante convincente como Grindelwald y los de casting tuvieron el buen detalle de buscar al muchacho que lo interpretaba de joven. En general, las actuaciones son buenas, los efectos impecables, y la estética es muy cuidada. Pero  es cuando se trata de rellenar la historia cuando las cosas se ponen complicadas.
Entre enterarnos del turbio pasado de los Lestrange (bien turbio), y el de Leta específicamente, nos muestran detalles que se notan que están hechos para tentar a los fans: un vistazo de la Piedra Filosofal en la casa de Nicolas Flamel, un regreso a Hogwarts y, damas y caballeros, una Profesora McGonagall. La cosa es que es imposible que sea la profesora McGonagall que todos conocimos, las fechas no encajan por ninguna parte. Dumbledore aparece como Profesor de Defensa contra las Artes Oscuras, lo que estaría muy bien si no fuera porque él enseñaba Transformaciones. Incluso si resulta que esa Profesora McGonagall es Minerva, significaría que Dumbledore es todavía Jefe del Departamento de Transformaciones o ya es Director de Hogwarts. En fin, que algo no encaja ahí.
A medida que avanza la historia, el drama de Queenie y los planes de Grindelwald avanzan hasta llegar al "catastrófico" final: Queenie deja a su mugle para irse con Grindelwald... que le promete ser libre para poder estar con su muggle (que por cierto, no quiere ir con ella siguiendo al fascista mágico). ¿Un buen motivo? No lo creo.
Y para acabar de matarnos a todos, la gran revelación (y no hablo del pacto de sangre entre Dumbledore y Grindelwald que hace que no puedan atarcarse uno al otro... lo que genera un gran hueco en la historia de la muerte de Ariana Dumbledore, si me preguntan). La gran revelación es que Credence es (chan chan chaaaaan) un Dumbledore. Por dónde, ni idea. ¿Primo lejano? ¿Primo cercano? ¿Hermano (¿mal doblaje?)? Hay mucha tela para cortar con muchas explicaciones jaladas de los pelos, y realmente espero que Rowling dé una explicación coherente a todos esos desmanes porque de otra manera toda la historia se cae solita por su propio peso (en incoherencias temporales, claro).
Y con eso ya les conté toda la trama. De veras, siempre evito hacerlo (excepto con las cosas muy obvias), pero esta vez no podía evitar quejarme. Aún le doy algo de beneficio de duda a Rowling, pero eso puede cambiar en base a lo que aclare, no creo ser la única que haya notado esas cosas (es más, casi todo el Club aquí lo hizo. Nos pasamos la mañana tratando de despertar a fuerza de debatir por chat sobre los méritos de la peli). ¿Qué pasará? ¿Qué misterio habrá? Fue una gran noche, pero no lograré dormir con todas esas cosas dando vueltas.

viernes, 19 de octubre de 2018

Inspiraciones y Referencias

Debo ser honesta en un aspecto de uno de mis múltiples vicios: Sí, me encanta leer, pero odio los libros de teoría y relacionados. Muy rara vez he logrado terminar un libro de teoría de lo que sea, y cuando lo hice fue por pura terquedad o porque realmente necesitaba terminar de leerlo. La teoría es árida y los escritores de teoría no saben hacerla interesante. Puedo ser una geek rata de biblioteca, pero jamás seré una académica (al parecer).
Por supuesto, existen las excepciones a toda regla. Si les dijera que acabo de terminar una muy sesuda monografía que analiza el trabajo de un director de cine, sonaría a que contradigo todo el párrafo anterior. Pero si les aclaro que la monografía en cuestión analiza la obra de Hayao Miyazaki, el mero mero de Studio Ghibli, cambia la cosa, ¿verdad?
¿Cómo terminé con una monografía que no me pagaran por revisar? Sencillo, mi esposito, que me sabe todos mis vicios (y si no sabe, se los inventa), me trajo "El mundo invisible de Haya Miyazaki" de su viaje a Buenos Aires. De entrada, el diseño del libro es precioso, con un montón de dibujitos (sí, ya sé, sueno a niña de 5 años), pero si vas a hablar de manga y anime, mínimo pones dibujitos.
Básicamente, el libro es un análisis de todas las influencias y referencias que se pueden encontrar en el trabajo de Miyazaki, incluidos sus largometrajes, sus cortometrajes y sus obras publicadas (el hombre es un capo, por cierto), desde sus inicios en Toei hasta el estreno de "Ponyo en el acantilado" (o sea, hasta hace relativamente poco). Miyazaki tiene un estilo bien definido y una forma de trabajo con la que se maneja Studio ghibli, con la que muchos otros directores no están de acuerdo, pero que definitivamente le funciona. La parte mala, las producciones del Studio dependen casi totalmente de él.
Aparte de su "modus operandi", Miyazaki tiene ideas claras de lo que quiere plasmar con sus historias, un propósito definido por una filosofía personal pero que le debe mucho a sus fuentes de inspiración y a sus pasiones (como volar, algo que es muy claro en casi todas sus películas). Si bien toma mucho de fuentes extranjeras, le debe aún más a la cultura japonesa, a su religión y sus mitos antiguos. Y a pesar de que se nota que sus producciones, incluso las que toman más de fuentes externas, están muy ligadas a Japón, son entendibles para públicos no japoneses porque sus mensajes principales son muy universales.
Obviamente, el análisis que presenta el libro es mucho más profundo, muy bien documentado y lleno de ejemplos de las mismas obras que se analizan. Incluso si no se recuerdan todos los detalles de las películas, se puede seguir fácilmente todo el análisis. Y como es un tema interesante (para mí, al menos) no se vuelve una lectura pesada. 
Vale la pena armarse de paciencia y salir de la idea de que los libros académicos son del diablo (que lo son, pero este no) y darle una mirada a este trabajo. De veras.

jueves, 4 de octubre de 2018

Vicios de toda la vida

Cada año se repite esta entrada en algún momento (si no es en dos momentos), y es que hay impulsos que son más fuertes que la voluntad de cualquiera en esta casa (y eso incluye a los perros). A estas alturas de octubre (y habiendo ignorado olímpicamente todo lo que pasó y dejó de pasar en septiembre), lo habitual es la Feria del Libro en Cochabamba.
Como siempre, procuramos ir el primer día a comprar los libros que después no encontraremos y decidir los que pueden esperar a las rebajas del último día, y ver de paso quiénes serán los afortunados que reciban libros por Navidad. Hasta ahí, todo normal como siempre, si no fuera porque hace dos semanas nos pusimos a ordenar un poco el desorden de la casa. 
En un intento por despejar la mesa del comedor de todas las cosas que siempre acabamos poniendo encima, tratamos de distribuir los libros apilados en los pocos espacios disponibles en la estantería (o sea, tratar de apretujarlos lo más posible sin hacer que el librero acabe derrumbándose por el peso). Lastimosamente, la realidad es que ya no hay espacio y los libros se nos apilan en todas partes: en la mesa del comedor, la de la salita, el piso del escritorio, mi velador... Ustedes digan una superficie horizontal cualquiera, y es probable que tengamos algunos libros acumulados ahí. 
Viendo las cosas así, nos dijimos que, siendo las circunstancias lo que son, este año evitaríamos comprar más libros en la Feria del libro... a no ser que fuera algún libro raro rarísimo. Nada de compras hasta conseguir estanterías. ¿Hecho? Hecho.
Y... primer día de la Feria del libro, y acabamos volviendo con cinco libros nuevos a casa, cuatro de ellos para nosotros, además del propósito de hacer una lista clara de qué libros tenemos y no comprar repetidos (aunque eso no impidió que tuviéramos tres ediciones de "El Hobbit", dos de "El Silmarillion", varias de Harry Potter diferenciadas por el idioma... y así podemos seguir).
Me pregunto si terminaremos como una pareja de acumuladores de libros que vi una vez en televisión: pilas de libros del suelo al techo y tapando los pasillos... No creo que ese sea un destino despreciable.

miércoles, 29 de agosto de 2018

El cuento de Medellín

Como siempre, cuando empiezo a contar mis historias aquí ya son cosa del pasado relativamente lejano (lejano considerando la velocidad a la que la información pasa y cambia hoy en día). Como se ha vuelto común en estos últimos años en mi blog, aunque me pasan cosas cada vez más interesantes, cada vez tengo menos tiempo o ánimo de compartirlas. Una lástima, mis historias son mejores que cuando empecé con esto.
¿Por dónde empezar mi cuento en Medellín? Obviamente, por Cochabamba. Al terminar los Juegos Suramericanos, sabíamos todos los de la Selección de la posibilidad de ir al Campeonato Panamericano de Tiro con Arco en, justamente, Medellín, en (adivinen) agosto. La Federación, muy cordialmente, nos informó que cada uno tendría que cubrir sus propios gastos si quería ir, unos 1200 $Us en el mejor de los casos.
Lo interesante del caso era que para ir a ese Campeonato había que clasificar con puntaje... y a los bolivianos nos invitaron de buenas gentes, porque estaba visto que como no teníamos mucha experiencia en competencias internacionales, necesitábamos roce y salir de nuestros límites cómodos de competencia. En cualquier caso, aparte del gasto, se trataba de toda una oportunidad... una que daba mucho miedo.
Después de semanas de debate, interior y exterior, decidimos ir los valientes de siempre de Cochabamba. Fue toda una aventura en varios niveles.
Aparte de que era la primera vez que salía al exterior de viaje sola (y técnicamente a cargo de las criaturitas), estaba el detalle de que era nuestra primera competencia seria afuera (los Suramericanos no cuentan, era nuestra cancha y todo eso). A eso, súmenle la presión de hacer un papel decente aunque, técnicamente, nadie te lo exija porque todos sabían que era un viaje para ganar experiencia compitiendo afuera más que para lograr algo real.
Y vino el primer día: Clasificación. Empecé una maravilla. No increíble, o disparando puros amarillos como las demás, pero con buenos disparos y sintiéndome cómoda con lo que hacía. Y eso duró exactamente dos andanadas. Por algún motivo que aún no logro descifrar del todo pero que sospecho se debió al mal estado de mis flechas (varios golpes contra el ladrillo no ayudan a la estabilidad y buen estado del carbono, para que lo vayan sabiendo), y a los nervios de ver que varias caían al piso sin razón aparente. Pánico es poco para describir lo que sentía ese rato. Vergüenza se le acerca bastante. Ira medio disimulada también. Me dio mucha bronca ver que pude haber hecho un mejor puntaje si no fuera porque mis flechas decidieron caer una tras otra al césped, sin importar lo que hiciera o dejara de hacer, y pensar que acabaría entre las últimas sin merecerlo del todo. 
Gracias a Dios por las compañeras de equipo pacientes y los encendedores de bolsillo. Esa tarde, antes de irnos de paseo por la vida (como todas las tardes que estuvimos en Medellín), sacamos todas las puntas de mis flechas, revisamos una por una las que estaban con rajaduras o marcas raras, y volvimos a pegar las puntas buenas en las flechas que no  estaban tan jodidas. El plan para el siguiente día de competición: No ser yo la que hunda al equipo femenino.
Aquí hay que hacer una nota importante: Hasta el día previo a la clasificación, no había recordado (o no me había enterado, no recuerdo bien) que en el Campeonato Panamericano, se jugaban las primeras plazas de clasificación individual y en equipos a Lima 2019, que es también clasificatorio para Tokio 2020. Nos habían dicho que sólo habían 6 cupos para equipos, 3 femeninos y 3 masculinos. Aparte de eso, habían cupos individuales para los que no quedaran en los equipos el tercer día de competición (es todo un jaleo, no pidan que explique).
Segundo día de competición: Eliminatorias en Equipos. Por mi espantoso puntaje en la clasificación del día anterior (que sigo creyendo culpa de mis flechas), habíamos entrado de últimas en la tabla, y contando los byes disponibles y la distribución de las llaves, nos tocaba ir contra Cuba en 8vos de final. Llegamos temprano al campo para aprovechar el campo de prácticas y no entrar frías y sin calibrar a la competencia. Los chicos entraron primero y las chicas nos quedamos entrenando un buen rato más. 
Cuando fueron a buscarnos, los chicos ya estaban eliminados (les tocó contra Colombia de entrada, feo) y faltaban todavía dos rondas para terminar con los equipos masculinos. Tuvimos dos rondas de práctica ya en los parapetos oficiales, y alcanzamos a ver que las chicas de Cuba disparaban... igual que nosotras. Tal vez eso nos envalentonó, pero nos convencimos unas a otras que si metíamos todo dentro del rojo, podíamos pasar a la siguiente etapa. Obviamente, más fácil decirlo que hacerlo, aunque he de admitir que lo que mejor nos funcionó fue la dinámica que establecimos casi automáticamente como equipo. Aunque nos había tocado competir en equipo con una o con otra, nunca habíamos estado las tres en el mismo equipo al mismo tiempo, y aún así fluimos bastante bien juntas. Llegamos a flecha de oro, ante el asombro de las cubanas (y todo el resto del mundo) y ganamos al final. Para nosotras, era como haber ganado el mundo.
Brasil era nuestro siguiente oponente, y ya las habíamos visto disparar en los Suramericanos. Nos achicamos, pero seguimos dando pelea y nos fuimos 6 - 2. Nuestra filosofía de "nadie nos quita lo bailado" nos mantuvo con el ánimo arriba, y nos fuimos a desarmar equipos en paz con el resultado, y fue cuando empezaron los rumores de clasificación. No nos lo creímos al principio, se supone que eran sólo tres puestos, y eso lo habíamos entendido bien claro. Y nos lo confirmaron: nadie, menos nosotras, creía que podíamos lograr algo, habíamos ido a aprender a competir por roce, y conseguíamos una clasificación por esos 2 puntos que conseguimos contra Brasil, y por dejar a Cuba de camino.
Después de eso, la competición pasó como un borrón, con sus altos y sus bajos, disparando o apoyando a los chicos, aprendiendo siempre. Empezaron a llover los mensajes de whatsapp, las notificaciones de facebook, las llamadas a casa para avisar las buenas noticias. 
Conseguir la clasificación para Lima no significa que iremos las que conseguimos el cupo. En un mundo ideal, sería así, pero eso no sucede en los deportes. Bolivia va, no nosotras como personas individuales, y sabemos que todas estarán ahora dispuestas a saltar sobre los cupos al menos descuido. Eso significa que tendremos que seguir trabajando, más que hasta ahora, para ser nosotras las que vayan. Hay mucho camino aún por delante, pero, nuevamente "nadie nos quita lo bailado".