Empezamos a trabajar en la ópera sobre el Teatro Achá en, creo, agosto. La idea era que se presentara a finales de septiembre, pero para esas fechas aún no se había terminado ni la mitad, así que se dijo para mitades de octubre. Poco antes de eso, volvió a suceder que se cancelaba y pensamos en empezar a ensayar nuestro propio repertorio. Al final, nos dijeron que del mediados de noviembre ya no se movía.
Obvio que se volvió a mover, teóricamente para hoy y mañana. Más tiempo tomó decidir esas fechas que volver a cambiarlas por una serie de problemas y malos entendidos. Se quedó en tres funciones para hoy, a pesar del desgaste que iba a implicar para todos los involucrados, y justo ayer volvieron a cambiar las fechas.
Creo que sobra decir que, al menos el coro (ese en el que estoy) echó el grito al cielo y estuvimos a nada de mandar a algunas gentes al demonio o a lugares más ncómodos (cortéstemente, ofrecí mi servicio con el arco, pero quedó en nada). Así que, AL FIN, se aprobó una función para hoy, y dos más el domingo y el lunes.
A lo largo de todo ese tiempo, hemos escuchado cosas de un lado y del otro, culpas repartidas hacia todos los implicados en la organización del asunto, y aunque ayer nos dieron una explicación que parece plausible (acorde a típico estilo criollo de manejar las cosas de nuestras autoridades), ya dudo de todo. A pesar de la furia del coro (unos más y otros menos), nos presentamos hoy a cantar.
En honor a la verdad, debo admitir que lo disfruté. Hay algo esencialmente estimulante en cantar en un concierto, incluso si no estamos a la vista del público, y aunque no siempre fue de mi agrado la obra, salió bien esta noche. Quedan dos funciones, y con esta experiencia, creo que no las enfrentaré con tanta negatividad como la que tenía hasta poco antes de que se levantara el telón hoy.
Tardó en salir, pero salió.
No hay comentarios:
Publicar un comentario