jueves, 24 de julio de 2014

Juguetes nuevos

Generalmente, siento remordimiento de consciencia antes de comprar algo que, realmente, no necesito, algo que no es imprescindible. Lógicamente,y para mi eterna vergüenza, después se me pasa.
Sucede que hace unos días, mi amado esposito me regaló un cubo Rubik original (no las copias truchas que venden por todos lados que tienen mecanismos que se deshacen a la primera). ¿Lo necesitaba realmente? No. ¿Lo quería con locura? Total. La parte buena es que nos salió más barato de lo esperado, lo cuál es bueno, considerando lo caros que pueden llegar a ser los juguetes originales nuevos.
Hace muchos, muchos años, uno de mi primos más queridos me enseñó a armar el cubo durante unas vacaciones. Desde entonces, a pesar de mi poca velocidad (mi mejor tiempo era algo más de 5 minutos, que comparado con los records mundiales es un asco), he entretenido a mis amigos y sorprendido a mis enemigos con mi medio inusual habilidad de armar el tal cubo.
Resultó que con este cubo venía un manual para "armar el cubo en 7 pasos", un título algo tramposo si me preguntan, porque 7 pasos no son 7 movimientos por ningún lado, pero alguien no-iniciado en estos asuntos podría confundirse. Se me ocurrió probar el nuevo método, a ver si funcionaba como el de mi primo. Descubrí que los dos primeros "pasos" podrían resumirse en uno del método de mi primo más conocido como "arma la base, no es ciencia". El tercero es el segundo de mi primo, y de ahí en adelante, la cosa es más diferente. 
Podría decir que es fácil, y en realidad lo es una vez que le captas donde está la maña (porque el cubo es maña, en serio), pero por casi quince intentos el cubo se me desarmaba completamente en el último paso. Dos veces, en medio de todos eso intentos, logré que saliera pero sin captar donde estaba la mañana...y ahora lo sé. Es más rápido, pero prefiero el método de mi primo. Soy una persona de costumbres arraigadas.
El segundo juguete nuevo recién adquirido también me provocó grandes remordimientos de consciencia: una tablet. La quería hace mucho, más que nada para leer libros que sólo puedo conseguir en digital sin tener que cargar mi laptop de acá para allá (que será relativamente liviana, pero después de un rato ya da ganas de lanzarla para que ella sola siga su camino). ¿La necesitaba? En realidad, no. 
Lo gracioso de comprar una tablet con mi esposito (aparte de caminar como judío errante), es que tenemos reacciones muy distintas cuando se trata de un aparato electrónico. Lo primero que él hizo, incluso antes de que cargarlo, fue empezar a configurarlo y  buscarle cosas. Lo primero que yo hice, una vez que estuvo cargado, fue ponerle un libro de mi lista de lectura.


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