En todos los años que llevo escribiendo esta colección de tonterías (cada vez más atrasadas) llamada blog, sólo he tenido una oportunidad de comentar cuánto me encantan las Olimpiadas. Además de mi obvia admiración por las proezas físicas de los participantes, creo que siempre he visto las olimpiadas soñando con estar un día ahí. Por supuesto, hasta hace menos de dos años, era un sueño completamente ilógico e irrealizable dado mi distanciamiento del mundo de la actividad física, más aún del deporte organizado.
Disfruté especialmente estas Olimpiadas porque, me parece, al fin comprendo (en parte) todo el trabajo de los atletas que llegan a competir hasta ahí (donde sea que "ahí" esté de turno). La otra parte genial fue que vi a muchos atletas algo "mayores" participar, como Oksana Chusovitina que participó en gimnasia (una disciplina conocida por sus jóvenes participantes) con 41 años bien cumplidos, o la española Ruth Beitia que ganó en salto de altura con sus 37 años (viva la experiencia). A veces, la experiencia puede ser una ventaja.
Y ahora nos queda esperar cuatro años para las Olimpiadas en Tokyo, que prometen bastante si se puede confiar en la presentación que hicieron en la Clausura en Río. Por el momento, tendré que despedirme de los canales de deportes de los que estuve colgada a toda hora estas últimas dos semanas y volver a la realidad de las películas y las series mientras hago mis ejercicios de la mañana (sí, entreno frente a la tele). Adíos, canales de deportes, los veo en la siguiente Olimpiada.
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