lunes, 19 de diciembre de 2011

Ingenuidad

Estúpidamente, se me ocurrió pensar que renunciar sería lo más difícil, en especial sabiendo como de impredecibles pueden ser las reacciones de mi jefa (de verdad, nunca sé a qué atenerme con ella). Decir "me voy, gracias" fue lo fácil, lo realmente difícil, como me estoy dando cuenta, es llegar a la fecha en que todo termina con los restos de mi cordura intactos.

Díganme paranoica, pero tengo la leve idea de que mi jefa esá tratando de desquitarse por mi partida, ríñéndome todo lo posible. Hoy, por ejemplo, fue un día de perros: renegó de todo lo posible (y también de lo imposible), gritó, riñó, sermoneó, puteó (literal) hasta el punto en que mi compañera de condena se metió al baño y salió con los ojos rojos. En mi planeta, eso significa llanto.

En verdad, siento que no hay manera de complacerla. No importa lo que haga o deje de hacer, de todas formas estará mal. Si hago las cosas rápido, está mal porque seguro que no revisé y está todo lleno de errores. Si las hago con calma, estoy perdiendo el tiempo (¿acaso no sé cuanto vale su tiempo?) con huevadas en lugar de hacer cosas realmente útiles...como entregarle su tarjeta de navidad a la abogada de al lado. Se queja de que parece que estoy trabajando con toda la desgana del mundo, y puede que tenga razón, digo: ¿Cómo se puede trabajar de buena voluntad si estás a unos días de irte de un lugar que ya casi no toleras? ¿Cómo se puede hacer algo de buena gana si sabes que de todas formas no estará bien?

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