Fue una batalla horrorosa, como odio a los muertos vivientes que chupan sangre y no paran de regenerarse. Y lo peor de todo, más que la sangre y la regeneración, es que el pinche cobarde huía cada vez. Tuvimos que perseguirlo por medio castillo, mató a dos compañeros (por suerte, después los revivieron), era inmune a todo menos al fuego...y al final la solución era tan simple como perseguirlo hasta que se metiera al pinche ataúd y convertirlo en barbacoa.
Aún nos falta una prueba más para conseguir esa bendita espada, y de ahí, tendremos que salvar el mundo...o al menos intentarlo. Mientras, tengo muy merecido mi descanso.
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