martes, 11 de diciembre de 2012

No hay como el hogar

Técnicamente, desde que me casé mi casa ya no es tan "mía", y eso me quedo clarísimo a menos de una semana de mi boda. Resulta que mi adorada hermana con la que solía compartir dormitorio, no esperó ni a que pasaran dos días desde que ya no vivía en el cuarto, cuando empezó a sacar todas mis cosas en cajas y meterlas al depósito...¡Sin pedir mi permiso!
Podrían decirme que mis cosas ocupaban un espacio que mi hermana necesitaba, pero lo cierto es que las únicas cosas que dedaban eran mis peluches y las cosas que estaban sobre mi cómoda, que por cierto mi hermana no usa porque, duh, es mía. Pero de todas formas, y con la aprobación de mis padres (porque en mi planeta, el silencio significa "sí"), sacó todas mis cosas. Las únicas que se "salvaron" fueron mis latas (que estaban arrimadas a una pared, por cierto) y que fueron misericordiosamente traídas a nuestro cuarto por mi esposito.
Lógicamente, me dio un ataque de rabia, pero supuse que al menos el resto de las cosas que tenía en el armario (aclaremos, del ropero empotrado de tres cuerpos del cuarto, sólo me pertenecen un cajón, un armario pequeño y tengo la graciosa venia de mi hermana para colgar los vestidos en el cuerpo central...dichosa de mí) no serían tocadas porque no estarbaban el paso ni "la estética". Pero resulta que hoy, y con la ayuda de mis padres y con el pretexto de que llegan visitas (a las que conozco mejor que mis padres y sé que no urgarían ni los cajones del velador ni el ropero) se dedicaron a vaciar mis cosas...nuevamente, sin mi permiso. 
Así que, llegando a casa, me encontré con que mis libros estaban en el librero (horror!), y el resto de mis cosas, desaparecidas. No, corrijo, estaban "ordenadas" y "guardadas"...en el otro depósito de la casa. Brincos doy.
Otro ataque de rabia y breves discusiones elegantes con mis padres después (léase, pongo cara de palo, disimulo y rescato todo lo que puedo de mis cosas, mientras ellos me persiguen por ahí diciendo que no me están botando, no...), y tengo mi cuarto más lleno que antes, con mis libros amontonados detrás de los ternos y las túnicas, y las cajas con las cosas de mi peinador, metidas detrás del mueble grande en el que deberíamos poner vajilla, pero guardamos ropa porque no tenemos muchos cajones. En pocas, estamos como perejil en maceta.

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