sábado, 17 de agosto de 2013

Cantar

He estado tan ocupada quejándome (más) estas últimas semanas que ni siquiera he tenido tiempo (o fuerzas) para escribir. Cualquiera diría que mi trabajo (la tienda) no tiene mucho de estresante, pero lo cierto es que sí lo tiene y gran parte de mi falta de historias (y ganas) tiene su origen en él.
Creo que he dejado (tontamente) de lado las pequeñas cosas que hacen bonita mi vida. Por ejemplo, recientemente, he estado tomando clases de canto y de teoría musical. Moi es la encargada de hacer que cante decentemente, lo cual es una tarea hercúlea, si me lo preguntan, considerando mi absoluta falta de técnica y mi casi completo desconocimiento de lectura musical.
Debo admitir que disfruto las clases, aunque me frustra no ser un genio musical (lo que me recuerda que algún día debo poner en orden mi lista de Odios musicales) y aprender todo rápido y que todo me salga bien a la primera. Odio no poder reconocer las notas por su nombre cuando las escucho.
Suponiendo que eso viene con el tiempo, ahí entra la segunda parte de las clases. Teoría musical implica más cosas que sólo la teoría, están también el solfeo y la rítmica, y después viene la armonía y esas cosas. Irónicamente, hace casi 20 años que no practico solfeo, desde que salí de la Simeón Roncal cuando era niña, y de todas formas tomé todo un año de armonía. Lógicamente, entendía la mitad de lo que me decían,y aún así logré aprobar la materia (con una nota sorprendentemente buena, debo agregar). El caso es que, clases de armonía y todo, soy incapaz de leer una partitura distinguiendo la música (no sé si me explico). Para eso son las cases de solfeo. Lo interesante, es que parece no costarme tanto como los ejercicios de canto o de respiración a veces me cuestan (un día me hice dar flato sólo por practicar respiración). Y aún así, disfruto leer los ejercicios de solfeo.
La música siegue siendo mi alegría en medio del caos que puede ser la vida.

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