lunes, 5 de septiembre de 2011

Secuoya y pluma de fénix. 26 3/4 cm. Inflexible.

Moría de ganas de contar esto desde el domingo, pero entre una cosa y otra (leáse cansancio) no pude hacerlo. Juro que no fue por falta de ganas, porque llevaba esperando esto desde el 31 de julio, para ser exactos. No recuerdo si conté (y la verdad es que da lo mismo), pero Rowling, la ingeniosa mujer a la que debo toda la saga de Harry Potter, decidió abrir una página en la mostrará toda la información extra sobre la historia que ha guardado por años y que no se publicó en los libros.
"Pottermore" se hizo esperar mucho, y muchos (la mayoría, la verdad) aún está esperando la oportunidad de que se abra (en octubre), pero algunos (un millón en todo el mundo, para ser exactos) lograron conseguir una cuenta para la apertura de prueba. Mi sufrido novio (dado que yo ya no gozo del lujo de trasnocharme alegremente), logró superar el reto de la Pluma Mágica y nos abrió cuentas. Las lechuzas que confirmaban el acceso al Beta de Pottermore tardaron toda la vida en llegar y la espera coincidió en gran parte con un gran bajón en mi desempeño laboral (que, por cierto, no me interesa en lo más mínimo). Digo, si una se pasa la mitad del tiempo pensando en que tiene que entrar a su correo por millonésima vez en el día, y la otra mitad pensando en qué cosas nuevas podrán aparecer, lo normal es que no le quede tiempo para concentrarse en trivialidades de oficina.
El caso es que, el domingo, después de mucho tiempo de espera, llegó la bendita lechuza. La de mi sufrido novio llegó como dos días antes que la mía y me pasé esos dos días tratando de resistir la tentación de pedirle que me cuente las novedades o, mejor, que me muestre las novedades. Llegó realmente en el momento preciso, porque el domingo me desperté con más desánimo que de costumbre (comentario aparte, sigo en la fase en que no tengo la más mínima gana de salir de mi cama por las mañanas, sea el día que sea), que degeneró en mal humor pésimamente disimulado delante de los amigos. Volví a mi casa con todo el deseo de arrancarle la cabeza a dentelladas al que me provocara y me encontré con mi lechuza en el correo (realmente, tienen un gran sentido de la oportunidad).

Inmediatamente, empecé a explorar las novedades. Por lógica, lo que más quería era llegar a la parte de comprar la varita en Ollivanders y después irme derechito a Hogwarts para la Selección. Las preguntas para ambos pueden parecer confusas, a ratos "obvias", pero definitivamente si uno responde con sinceridad, hay una gran praobabilidad de que le salga algo aterradoramente acertado, tanto en su varita como en su Casa.
No es una gran novedad decir que quedé en Ravenclaw (soy yo, por Dios), y me encantó leer algunas de las características de los miembros de mi Casa que explican muchas cosas de mi propio caracter y del de mis compañeros. Realmente, somos demasiado geniales. Lo de mi varita merece un comentario extenso y aparte...pero lo meteremos aquí.
El título de la entrada es, por obviedad, la descripción de mi varita. Sería un palito más, por muy mágico que sea, si no fuera por la explicación de sus características que se pueden encontrar entre las notas publicadas por el Sr. Oliivander. No creo que sea legal publicar exactamente esas notas, pero no creo que un pequeño resumen dañe a nadie, verdad?
La madera de mi varita, la secuoya no es muy común, así que las varitas de ese material no son muchas, aunque la demanda es muy elevada. Al parecer, las varitas de secuoya buscan a las personas con la habilidad de salir bien parados de cualquier situación, elegir buenas opciones y que le encuentran el lado bueno hasta a las catástrofes (por esa última parte, me sorprendió que una secuoya acabe conmigo). La tradición, en cambio, toma las cosas por el otro lado: la gente cree que la varita de secuoya atrae a la suerte.
La pluma de fénix, por su parte, es uno de los núcleos mágicos más difíciles de controlar, por no decir que es de los materiales más raros, aunque puede producir una gran variedad de efectos mágicos...siempre que se cuente con el tiempo para que lo demuestre. Además tiene una extraña tendencia a actuar por su cuenta (vean no más lo que hizo la de Harry, esa parte de escupir fuego dorado), cosa que algunos magos consideran muy molestosa, pero me inclino a creer que, en caso de necesidad, siempre es útil que a la varita se le ocurra actuar por su cuenta (otra vez, fíjense lo que hizo la varita de Harry).
Lo del tamaño es una cosa más...mmm...compleja. Con 26 cm, y poco más, mi varita está dentro de lo que se puede considerar el tamaño promedio. Debajo de los 20 cm. ya se consideran muy cortas, y encima de los 38 cm, se consideran muy largas. Entre mis contactos de Pottermore, de momento soy la que tiene la varita más corta (la de mi sufrido novio es de 34 cm y pico). Segun Ollivander, eso de que el tamaño de la varita es directamente proporcional al del dueño sólo es "verídico" en el caso de las personas extremadamente altas. Si la varita es extremadamente corta, puede que más bien indique una cierta carencia en el caracter del mago o bruja...y viendo como es mi varita, me inclino a pensar que puede ser una lógica bastante acertada.
Y, por último, la parte de la flexibilidad se relaciona con el grado de adaptabilidad de la varita y su dueño ante los cambios, o su deseo de cambio. Siendo honesta, debo decir que con eso de "inflexible" le acertó de lleno.
Sumando las características de la varita (con la salvedad de la parte de la suerte, tal vez...) pueden tener una descripción muy muy cercana de mí misma. Saque cada quién su conclusión y, los que me conocen, digan si le acertó o no.
.-.-.-.-
Llevo casi cinco días escribiendo esta entrada. Es realmente deprimente el poco tiempo que el cansancio me deja para mí misma y lo que en verdad me importa. Para rematarla, mi compañera de trabajo está enferma y no regresa hasta el lunes (y eso, con suerte). Un fin de semana más de limpiar la oficina yo sola. Estoy comenzando a creer que yo también estoy generando un cierto grado de bipolaridad: en la oficina soy el perfecto modelo de los nervios de acero, imperturbable y hasta con la capacidad de reírme. En cuanto pongo un pie fuera de ahí, mi ánimo, cuidadosamente disfrazado bajo mi fachada de tranquilidad, se va al carajo y me siento a una nada de ponerme a chillar de frustración. ¿Rara yo?.

No hay comentarios: