domingo, 22 de abril de 2012

Desvelada

Como todos saben, suelo vivir con mis horarios al revés, no duermo hasta que es, al menos la una de la mañana y creo que las siestas de la tarde son saludables. Claro, la cosa de vivir al contrario de la gente normal, es que es voluntario y, por lo tanto, divertido. 
La cosa se pone fea cuando, a pesar de que es una hora en la que una suele estar despierta, resulta que no está de pie por propia voluntad, si no porque un bebé llora de hambre/cólicos/pañal mojado. Solía ser de esas personas que duermen como un cadáver aunque caiga una bomba al pie de la cama, pero parece que he perdido ese maravilloso talento. Ahora escucho todo, hasta el más mínimo quejido del bebé y no puedo volverme a dormir hasta asegurarme de que el pequeño ha vuelto al país de los sueños.
Resultado: llevo dos noches sin dormir, y mucho cansancio acumulado encima. Son las 10:20 p.m. y ya me caigo de sueño. Esto no es normal.

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