viernes, 20 de abril de 2012

Invasión

Resulta que esto debí contarlo el miércoles, pero entre un chiste y otro (no muy graciosos, por cierto), se me pasó. Ahora, resulta que mi hermana mayor y mi nuevo sobrino que nació el miércoles están instalados en mi cuarto.
No que me queje, pero resulta que no puedo quedarme con la luz encendida hasta tarde, tengo que mover mis latas de lugar porque tienen que poner la cuna, y probablemente no pueda dormir porque capaz y se le ocurre despertarse en la mitad de la noche. Creo que sí me quejo.
El bebé, lógicamente, es la cosita más dulce que hay en casa en este momento, digamos que su única competencia es mi otro sobrinito que, con 5 años, ha perdido gran parte de su dulzura inicial (mis hermanas y demás parientes no califican para "dulces" ni a balazos). Sólo por eso, puedo tolerar que llore de hambre y pañales mojados, lo malo es que mi "tolerancia" no se extiende a ningún otro miembro de mi familia.
Mientras escribo esto, toda mi familia está metida en mi cuarto viendo como bañan al bebé. Eso incluye a mi abuelita que no le da la gana de quitarse de mi cama (Dios sabe que otra de las cosas que odio es que se sienten en mi cama), mis papás, en el colmo de la dicha con su segundo nieto (así que no pueden parar de rondarlo), mis hermanas que no tienen nada mejor que hacer que ver bañarse al bebé, y mi cuñado que baña al bebé. Seis personas y un bebé, más la bloguera, metidos en un solo cuarto. O sea, más de lo que puedo tolerar con buen humor.
Con suerte, la situación no durará más de unos días, mi hermana y su pequeño pedacito de alegría se irán a su casa, en cuyo momento yo pasaré a extrañar al bebé y demás. De momento, soy feliz tolerando a los demás.

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