No sé si alguna vez he comentado esto, pero es otra de las cosas que hacen mi vida medianamente interesante, que no es lo mismo que decir agradable. Mi abuelita cree ver fantasmas.
No es algo que suceda seguido, claro, de lo contrario no sería interesante, pero cuando sucede, mi abuelita se despierta al día siguiente o a mitad de la noche con la idea de que tienen que cambiarla de cuarto porque el suyo es pesado, que vio una sombra que entraba y se paraba al lado de su cama, o se desvanecía en el espejo, o algo así. No hay manera de convencerla de que, en realidad, sólo tuvo un mal sueño producto de comer tarde, o dormir en mala posición (o taparse toda la cara con las mantas, como suele hacer ella).
Lo que hace el suceso aún más interesante es que ha pasado que algunas de sus "apariciones" han coincidido con la muerte de personas conocidas. Eso, por cierto, es escalofriante.
Por supuesto, cuando mi abuelita empieza con que pasó la sombra y demás, mi "instinto", por así decirlo, es contradecirla inmediatamente. Mi cuarto está directamente enfrente del suyo, si una sombra pasara y entrara, yo la vería antes que ella. Trato de ser paciente con ella, en especial con estas cosas que sé que le asustan mucho, pero llega un momento en que me saca de quicio.
Y eso me lleva a algo que me ha dicho alguna vez mi hermana en momentos de rabia: cuando sea vieja, también me pasarán esas cosas, y mis nietos tendrán conmigo la misma paciencia que yo tengo con mi abuelita, o sea, nada. Sé que en el mundo pasan cosas que no se pueden explicar, incluso un sacerdote dijo que mi abuelita es demasiado sensible a esas cosas y por eso las percibe, y mi mamá recuerda que esto no es nuevo, es algo que siempre le ha pasado (despertarse con pesadillas y ver cosas). Mi mente racional explica una y otra vez (a mis otras dos personalidades, que no están tan convencidas) de que esas cosas no pasan, son simples pesadillas, malos sueños provocados por el subconsciente y una mala digestión... y esa mala manía que tenían los papás antiguos de criar a sus hijos con cuentos del diablo en los espejos y aparecidos varios para que no se salieran de sus camas.
Pero cuando yo también me quedo a oscuras, me escurro entre mis mantas lo más rápido que puedo, cierro los ojos y trato de no pensar en las sombras que rondan a mi abuelita.
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