viernes, 24 de mayo de 2013

Reto

Está mañana en la tienda, después de mi alegre y larga rutina de limpiar, ordenar, hacer inventario, quitar el polvo, y demás, me quedé pensando en que hace mucho que no encuentro un verdadero desafío mental.
No uno del tipo de resolver, no sé, la cuadratura del círculo o uno de esos problemas matemáticos sin solución. Tampoco estoy interesada en volver a la Universidad o algo por el estilo (Dios me libre, digamos). Digo, no es mucho pedir encontrar algo que me interese y mantenga mi atención más de 10 minutos, ¿verdad?
¿De dónde vino todo eso? Según yo, te das cuenta de  que algo va mal cuando revisas todos tus libros en tu librero y sucede que los has leído todos al menos cinco veces (si no es que más). Además, revisas tu carpeta de libros digitales y también los leíste todos  varias veces. ¿Cuál es la peor parte? Que no sentía ganas de volver a leer ninguno. Por las dudas, me fijé en los libros de mi esposito (no los de teoría, esos no los veo ni en la peor de mis desesperaciones), pero no encontré nada que realmente me llamara la atención. Nada. Tenemos un estante gigante lleno de libros (muchos, muchísimos son de teoría, pero hay una buena parte de ficción) y nada me atraía ni por si acaso.
Al final, acabé re-leyendo mi libro de cuentos para niños, uno que un escritor ruso escribió para su hijita (tengo que comentar alguna vez sobre ese libro, fue de los mejores que leí antes de los 7 años). Creo que eso es una prueba de mi grado de aburrimiento. 



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