viernes, 6 de diciembre de 2013

La desadaptada

Antes que nada, me gustaría avisarles a todos que esta es una de las entradas más patéticas que escribí, incluso contando mi etapa crepusculiana. Si la leen, su problema.
Resulta que este año se cumplen 10 años de que salí de colegio, y justamente el 23 de noviembre era el aniversario de la graduación. Mis compañeras de curso empezaron a hacer planes para la super farra que harán en diciembre (creo que ahora mismo, nadie tiene tiempo), aunque hay que admitir que siguen siendo las mismas desorganizadas indecisas de la adolescencia.
Sucede que, siendo como siempre he sido, la rara del curso, no tengo ningún deseo de verlas, y mucho menos de viajar a Sucre por un día (laboral) para ver como todas las chicas se emborrachan patéticamente (algo que desprecio) y sentirme muy incómoda. Por otra parte, digamos que mis amistades en mi promoción se reducen a tres personas (y tampoco sé si tengo el ánimo de verlas), lo que hace que me sobren como 40 chicas gritonas.
Siendo así las cosas, me puse a curiosear en las infinitas charlas por comentarios en la página de Facebook de la promo. Dan vueltas y vueltas y no deciden nada, y siguen diciendo gansadas, lo único que está seguro es la fecha, por lo demás...pierden el tiempo. Dado que no voy a ir, supongo que no tiene sentido criticar su falta de organización, así que me limité a poner que por razones de tiempo no podría ir a la reunión. Y ésta es la parte en que me pongo patética.
Cuando puse que no podría ir, nadie dijo nada, pero cuando otras chicas dijeron que tampoco podrían ir, los comentarios de reclamo y qué pena y qué horror y que hagan lo posible y lo imposible, etc, etc,  empezaron a salir. Al parecer (y no es realmente una sorpresa), el sentimiento de "no deseo verlas" que siento por mis compañeras es mutuo, pero de todas formas, en el fondo, fondo de mi corazón de pollo salió la pregunta de "¡hey! ¿yo no les importo?". No espero un coro de lamentaciones, pero creo que no es mucho pedir que alguien se preocupe por mi ausencia, aunque sea las que son mis amigas. Patético, ¿no?
El caso es que, a pesar de todo, puedo entenderlo. Siempre fui la rara, la mejor estudiante que intimidaba a todos por sus notas, no precisamente amigable ni sociable, y la que ha estado muy apartada de las idas y venidas de todas sus compañeras en cuanto salió del colegio. Si no fuera porque tengo fotos que lo prueban, seguramente nadie creería que en realidad estuve ahí.
En fin, al parecer el papel de la desadaptada aún es mío. Brincos doy.

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