miércoles, 15 de enero de 2014

Gula

Hay muchas cosas que me gusta comer (ninguna de ellas precisamente sana), pero de todas esas sólo hay algunas que puedo comer como hobbit: hasta que no puedo tragar un bocado más. Lógicamente, cuando noto cuánto engordé por comerlas, me arrepiento en el alma y me quejo, bla bla bla.
De todas formas, cuando me encuentro delante de una de esas cosas que puedo comer hasta morir, no me detengo. Yo, que siempre me he jactado de ser una dama que come en pequeñas cantidades (relativamente, claro), soy capaz de comerme 4 humintas de una sola sentada. La huminta es algo así como lo tamales mejicanos, maíz molido cocido en horno o en olla envuelto en sus mismas hojas, aunque aquí no le ponen picante, y más bien le ponen un montón de queso y toques de anís.
Como todos saben, el maíz es la cosa uno de los alimentos más nutritivos, ergo, en grandes cantidades, engorda una barbaridad. Si le agregan queso y los demás ingredientes de la mezcla, y los multiplican por cuatro...pues supongo que mañana empezará mi arrepentimiento. Y si le suman la quinta huminta del día que me comí en casa de mis papás, tendré muchos remordimientos...y una gran indigestión, probablemente.

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