miércoles, 10 de septiembre de 2014

Los odiados por los dioses

Algo bueno de los libros, o al menos me gusta verlo así, es que permiten al lector evadirse de su realidad, sea la que sea. Dado que, generalmente, la realidad no es precisamente hermosa y agradable, la evasión funciona de maravilla, incluso si el libro no es precisamente optimista o feliz (Una nota sobre la realidad: originalmente, esta entrada debía tratar de la serie de problemas en el mundo, pero como esos no se me van...para la siguiente). 
Pero, ¿qué sucede si el libro está lleno de desgracias desde el título? ¿y si el relato se la pasa anunciando cada calamidad por ocurrir a los pobres protagonistas? Lo usual es que, de una manera u otra, más o menos, al final de la historia, los protagonistas alcancen un relativo estado de felicidad. Pues, queridos míos, este no es ese caso. "Una serie de eventos desafortunados" o, como dice mi traducción, "Una serie de catastróficas desdichas" relata la vida de los niños Baudelaire (hermoso apellido, si me preguntan) desde el momento en que sus padres mueren en un incendio que, además, destruye su mansión. Las pobre criaturas pasan de tutor en tutor, siempre perseguidos por un villano de lo más malvado y desagradable, el Conde Olaf, empeñado en quitarles su fortuna.
Lo esperado de los protagonistas de los libros es que puedan vencer las dificultades y a sus malvados enemigos con sus increíbles dones y la eventual ayuda de sus allegados. Violet es una gran inventora, Klaus es un gran lector e investigador, y Sunny tiene afilados dietes y buen gusto para la cocina, y de una forma u otra se la ingenian para escapar del Conde Olaf una y otra vez, pero su entorno no ayuda para nada. Al parecer, una gran mayoría de los adultos que los rodean son personas mezquinas, tontas y muchas veces crueles.
Podría parecer que a lo largo de trece libros, con una línea temporal de alrededor de dos años, la trama se pondría algo repetitiva. A pesar de que los métodos del Conde tratan de ser originales, casi siempre cae en un molde, y los niños siempre escapan por los pelos, haciendo gala de sus habilidades ante la estupidez colectiva que los rodea, y revelando al villano a pesar de sus disfraces. Pero, en cierto punto de la historia, la idea cambia algo y los niños, empiezan a cuestionarse seriamente hasta qué punto ellos son los buenos y Olaf es el malo. 
Aún así, los Baudelaires comprenden que, incluso con el mundo entero en su contra, se tienen unos a otros para cuidarse y siempre hay cosas buenas y nobles en un mundo lleno de perfidia...y con eso se prueba que se me pegó el estilo de todos esos dramas.


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