sábado, 20 de octubre de 2012

Tragedias


Llevo toda la semana postergando postear. Que si el lunes tengo sueño, que si el martes ya el tema no da, que si el miércoles mejor duermo. El jueves no tuve el estómago para hacerlo, y creo que ahora tampoco lo tengo. Sospecho que si escribo de esto por puro morbo, pero de veras que no se me quita la impresión.
Mi hermana menor es voluntaria del SAR, el grupo de búsqueda y rescate. El entrenamiento es durísimo, las guardias son agotadoras, y le ha tocado ver desde perritos atrapados en las torrenteras a recoger gente cortada en tiras para llevarla al hospital, pasando por fracturarse la muñeca mientras iban en la ambulancia con un herido y los chocó un micro. Mi hermana, sospecho, no le tiene miedo a muchas cosas, no hay nada que la inmute realmente (digo, si es capaz de hablar casi en tono de broma de algunos accidentes que ha visto...), así que para ella lanzarse en paracaídas es solo una aventura...y parte del entrenamiento.
Ayer, jueves, mi hermana tenía un salto en paracaídas de demostración, parte del espectáculo por el aniversario de un colegio de Cochabamba. Como son muchos los que practican el paracaidismo en el SAR y las oportunidades de hacerlo no son muchas y son generalmente algo costosas, sortearon a quiénes irían en el avión. Mi hermana salió sorteada.
Todo eso no tendría, probablemente, nada de relevancia, pero las cosas nos fueron bien. Un muchacho del SAR saltó antes que mi hermana, que era la segunda. Ella llegó bien al patio del colegio en cuestión y vio descender a los que iban detrás de ella, pero el primer chico no llegó. Después le contaron que había hecho emergencia y fueron a buscarlo.
Al parecer, algo salió mal, una corriente de viento lo impulsó o lo desvió y empezó a caer en tirabuzón, perdió el control, trató con el paracaídas de emergencia, pero parece que ya estaba muy abajo para que pudiera frenar con eso. Al menos, eso cree mi hermana.
No quiero imaginarme como se siente la familia de ese muchacho, si es la mitad del espanto que sentí al pensar que podía haber sido mi hermana la que hizo emergencia, debe ser horrible. Después se me ocurrió recordar que en un salto que hizo el año pasado, mi hermana también cayó un momento en tirabuzón, con el paracaídas detrás de ella como si fuera una cola, y me sentí todavía peor.
No puedo impedir que mi hermana se vuelva a subir a una avioneta para saltar, y aunque sea por un trabajo voluntario de rescate, de veras espero que no vuelva a hacerlo nunca más. Y eso, la verdad, es mucho pedir.

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