domingo, 18 de noviembre de 2012

La vida

Sólo hay una cosa segura en la vida: la muerte, o al menos, eso dicen. Lo cierto es que, con contadas excepciones, mi vida ha transcurrido alejada de la muerte, es decir, a pesar de que han fallecido varios familiares míos, muy pocos eran personas realmente queridas a quienes fuera a extrañar terriblemente. Incluso, y aunque parezca horrendo de mi parte decir esto, ya no extraño tanto a los que partieron.
Pero, hace unos días, llegó una noticia francamente preocupante que aún estoy tratando de digerir. Mi abuelito, el papá de mi papá, está muy delicado y el médico aconsejó que se lo deje partir en paz. O sea, tiene los días contados, aunque aún no sé a cuanto asciende esa cuenta de días. Fui a verlo con  mis hermanas y "me maredo" el viernes por la tarde y realmente lo vi muy consumido, más envejecido que nunca y conectado a un tanque de oxígeno. Mi hermanita menor estuvo lloriqueando tratando de que nadie la viera, y a mi abuelita le cayó la notici como un balde y se puso mal.
Y yo...yo estaba dividida entre el deseo de que parta sin sufrir, y el horrendo pensamiento de que, realmente, no lo extrañaré mucho. Claro, ahora que sigue vivo digo eso, pero tal vez en unos días ya no piense lo mismo. En ese momento, la idea me venía de recordar ciertos hechos del pasado, que no me incumben a mí mas que de lejos, pero que afectaron la vida de otras personas cercanas a  mi ( y que no, no serán explicados ni contados en este blog), y lo cierto es que me sentí especialmente malvada y poco caritativa, pero ciertas cosas no se pueden deja ir así tan fácil.
En vista de las circunstancias, mis tíos están llegando de todas partes de emergencia. Sólo esta semana, llegarán 5 de ellos, y por lo que sé sólo uno no vendrá por cuestiones de visa y demás. Creo que jamás los he visto a todos juntos, o al menos a una gran mayoría de ellos, así que estoy calculando que el resto del mes, entre una cosa y otra, será de lo más bizarro. 

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