lunes, 4 de febrero de 2013

Sábados interesantes (escrito en la madrugada del lunes)

Muy a tiempo, eh? Los domingos, a pesar de que me duermo hasta las 11 de la mañana o algo así, me levanto con las baterías en el suelo. Debería darme el día para hacer todas las cosas que no alcanzo a terminar en la semana, como lidiar con la ropa limpia y sucia, limpiar el cuarto, ordenar las cosas, yo que sé, pero las fuerzas no me alcanzan para hacer nada, menos para escribir en el blog.
De todas formas, acá va un resumen de mi sábado. Todo comenzó como cualquier sábado: levantarse temprano, alistarse, ir al trabajo. La diferencia fue que este sábado, mi jefa viajaba a España otra vez, así que me estuve esperando a que viniera a darme las últimas instrucciones para mantener la tienda funcionando y cuidar de su perrito. Después de eso, mi esposito fue a recogerme al trabajo, vinimos a casa y...nos encontramos con el cerro de ollas y platos que, cortésmente, nos dejaron.
Almorcé, lavamos los platos y por primera vez en mucho, mucho tiempo llegué de primera al club. Lo bizarro fue que como no había nadie más que mi hermanita y yo, nos sentamos en una banca, cada una con un libro distinto de Jane Austen, y nos quedamos una buena media hora leyendo. Por cierto, mi hermana no es muy aficionada a leer nada que no sean los subtítulos de la tele (y a veces, ni eso), así que fue por demás extraño verla sufriendo por los personajes de "Persuasión".
De ahí, jugamos un rato a un juego infantil que no recordaba que fuera tan mortal, y tuve que irme al ensayo de coro. Iba yo tranquilamente bajando la calle, cuando veo la librería de la esquina abierta de par en par, algo raro a esa hora en día sabado. Recordando que hace rato que no tengo tinta en mi pluma, me fui a comprar los dichosos cartuchitos. Si hay algo que me gusta en la vida, es entrar a una librería de esas que tienen montonos de cuadernos bonitos, cerros de bolígrafos, plumas, y lápices y cosas así, así que estaba metida en mi elemento cuando recordé que hace mucho que quiero una de esas portaminas de minas gruesas tipo lápiz para dibujar. 
Pedí una de esas y, ¡oh casualidad!, la chica que atendía la tienda muestra una mientras dice: "Sólo nos quedan de éstas, hay ue darle la vuelta a las almohadillas porque son para zurdos...", como si se estuviera disculpando por algo. ¿Saben lo difícil que es encontrar cosas específicamente para zurdos en este rincón del mundo? Estoy muy habituada a batirme con cosas para diestros (en mi vida he usado una tijera de zurdos, y creo que a estas alturas de la vida me parecería hasta raro), pero de todas formas, encontrar algo para zurdos es siempre una tentación. Así que tuve mi portamina-lápiz-versión zurdos-Stabilo-color azul por un precio más que adecuado. En mi planeta, eso es suerte.
Claro, la suerte se me acabó cuando, saliendo de ahí para esperar el micro, unos fetos idiotas pasaron en un auto y me dieron un globazo en la cadera. Más que mojarme (que sí lo hicieron), me hicieron ver estrellas del dolor, sentí un ardor horrible donde me golpeó el globo por mucho rato. No me salió un moretón como pensé, pero el golpe me sigue doliendo hasta ahorita. Ganas de matar a esos imbéciles, caramba.
El ensayo de coro, después de varias semanas de ocio improductivo y arruinador de gargantas, fue divertido, más que nada porque ninguna de las que ahí estábamos tiene una pinche idea de alemán. Recuerdo algunas cosas de cuando cantamos la 9ª Sinfonía, pero no me sentía muy segura como para leer todo un texto en alemán, y menos uno que no conozco ni ide oídas. Resulta que cantaremos al Vals del Emperador de Strauss en un extraño pero hermoso arreglo para coro...con letra en alemán. Nuestro solfeo sonaba bien, nuestro alemán...no tanto. 

El vals es hermoso, uno de los más bellos (más si, como yo, se pasaron parte de una vacación viendo a Romy Scheneider actuando de Sissi y bailando eso con sus hermosos vestidos de gala).
Y finalmente, el cierre de mi sábado: una larga, larga, larga sesión de rol, que terminó con mi personaje muerto por tercera vez, mi esposo muerto y obliterado de la existencia, y un monstruo feo persiguiendo a los dos sobrevivientes. La moraleja: no juegues con cartas mágicas si de verdad no sabes lo que te puede salir (Yu-Gi-Oh puede irse a la mismísima por eso de "confiar en el corazón de las cartas).

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