lunes, 26 de mayo de 2014

Nena

Desde que decidí variar un poco mi peinado (aunque lo cierto es que me he estancado en unas cuantas trenzas bonitas y que puedo hacer relativamente rápido), me he estado poniendo más y más nena. Voy al gimnasio, me preocupo porque no tengo ropa bonita para salir a alguna fiesta, ni zapatos de taco (que debe ser una manifestación de un deseo suicida o algo así), y me pinto las uñas.
La parte positiva de eso es que aún no estoy al nivel de mis hermanas, que gastan en salones para que les pinten las uñas, decidí pintármelas yo misma. Por supuesto, en alguien que no es capaz de hacer una línea recta con un lápiz, tratar de hacer un diseño en sus uñas con un pincel de esmalte es demasiado pedir. Lo logré, por cierto, pero me las pinté a brochazos, me embarré casi completamente la punta de mis dedos y mis uñas se ven como pintadas por un niño de kinder.
El rato que empiece a levantarme a las seis de la mañana sólo para tener tiempo suficiente para maquillarme, peinarme, combinar mi ropa y demás alborotos que hacen casi todas las "nenas", me pegaré un tiro yo sola.
Eso sí, debo admitir que eso de ir al gimnasio y pagar para que me torturen empieza a rendir sus frutos: por primera vez en muchísimos años, mis piernas tienen los músculos tonificados y no fofos. Es un todo un logro.

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