Okas, entrada cortita para los que están hartos de leerme. Ayer y hoy vi sufriendo a mi hermanita menor con unos mapas de América y Bolivia que tiene que presentar mañana (o en unas horas más) para el colegio. Sufriendo digo porque esta niña no sabe dibujar, no calca muy bien y no hablemos de pintar (yo digo que todo se aprende pero como que le da flojera aprender).
El punto es que bajo como a las 6:00 al escritorio para ver qué era de la vida de la niña y me la encuentro con los mapas a la mitad y la mitad (hay que ser honestos) bien feos. No me las doy de artista (pero sí me las doy, la verdad) y cuando andaba en colegio los mapas no me salían mal así que, como buena hermana que soy (uta sí, ahorita me voy al cielo directito, juas) me puse a ayudarla a rehacer algunos.
Hacer mapas es un trabajo delicado y minucioso, poco apto para personas impacientes (lo raro es que a mi me guste hacerlos) y poco detallistas. Eso significó que mi hermanita se puso a llorar de desesperación porque no le salía el Mapamundi que le hice rehacer (es que ¿a quién se le ocurre meter uno de esos y uno de América en la misma plana?) mientras yo estaba ahí cantando a grito pelado mientras hacía montañitas al mejor estilo Mapa de la Tierra Media, repasaba ríos y calcaba América con mis líneas super retorcidas, con lapicito suavito y después las repasaba con plumafuente antes de pintarlos con hermosos y vivos colores (sí, además soy modesta, se notó?).
Al final mis otras hermanas más acabaron metidas repintando los mapas (es que cuando nos agarra el detallismo es contagioso), repasando fronteras y accidentes geográficos mientras mandábamos a la niña de la tarea a dormir porque si no, mañana no se levanta.
Y digo, ¿para qué cuerno estudié Comunicación? me hubiera ido mejor de cartógrafo en la Edad Media, lástima la diferencia de siglos, verdad?
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