
Siguiendo mi temporal ánimo futbolero, le pedí a mi sufrido novio que me prestara cierto librito de Eduardo Galeano que ya me había prestado el anterior Mundial (con ese libro hay una historia muy graciosa...que me recuerda que no debo dejar que mi papá se lo lleve de viaje). Este librito, "El fútbol a sol y sombra", es una curiosa mezcla entre anecdotario, análisis histórico y ensayo sobre el deporte "pasión de multitudes", y es divertidísimo hasta para personas que, como yo, no sabían hasta hace muy poco lo que era una posición adelantada.
Pero hay una cierta página del libro que me provoca una reacción...no diré extraña, pero tampoco es muy normal, incluso siendo boliviana. La he leído en voz alta, en silencio, y siempre se me hace un nudo en la garganta y los ojos se me quieren llenar de lágrimas. Es una capitulito de una plana titulado "La obligación de perder", que empieza así: Para la selección de Bolivia, ganar la clasificación para el Mundial del 94 fue como llegar a la luna (GALEANO 1995:229).
En esa época, la de las eliminatarias para el Mundial, yo tenía alrededor de 7 u 8 años, y entendía de fútbol menos que hoy (sólo sabía que había que meter la pelota en el arco del contrario...los medios para lograrlo eran otra cosa). De todas formas, y como casi todos en mi país, estaba que moría de alegría y todos los jugadores me parecían grandes héroes. De lejos, mi favorito era el Diablo Etcheverry por la sencilla razón de que era zurdo como yo, y justo por esa época me dio una crisis con mi zurdera y mi mamá tuvo la idea de ponérmelo como ejemplo de que usar más la izquierda que la derecha podía ser útil.
El caso es que el tipo era mi héroe entre los héroes.
Siendo así la cosa, no me iba a perder el primer partido del Mundial 94, que justamente le tocó inaugurar a Bolivia y a Alemania (oh, destino esquivo...). A los 8 años no se tiene mucha idea de nada, y mi memoria de esa época es por demás borrosa, así que sólo recuerdo vagamente ese partido, excepto por 3 cosas que se me quedaron grabadas.
1. Cuando se cantó el Himno Nacional de Bolivia, sonó increíblemente fuerte en el estadio, muchísimo más que el himno alemán. No entendí por qué (lógicamente, eran todos los migrantes bolivianos que abarrotaron el boliche), pero me pareció algo tan lindo que se me hizo un nudo en la garganta (una reacción muy habitual en mí).
2. Sabía que Alemania era el campeón anterior, y eso que no había visto el Mundial del 90 (o si lo hice, no me acuerdo), y eran todos una cabeza más altos que cualquiera del equipo boliviano, con la excepción de Sandi. Ergo, era fácilmente deducible que iba a ser un partido por demás difícil, pero, sorpresivamente, el equipo de Bolivia le dio guerra a los alemanes y los hizo corretear de un lado al otro.
3. Mi ídolo, Etcheverry, había sido lesionado antes de ir al Mundial y lo hicieron recuperar a toda prisa. Me sentí aliviada cuando supe que iría a jugar con la Selección, me sentí algo frustrada cuando vi que no entraba al principio del partido, me alegré cuando hicieron un cambio y lo metieron...y me quedé tiesa de horror cuando, a los tres minutos de entrar, lo expulsaron por darle una patada a Matthaeus.
Después de eso, el partido se fue al cuerno para Bolivia y perdimos por 1-0. Todo el mundo estuvo de acuerdo en que jugaron muy bien, más que bien, pero no quita que nos ganaran. Y una gran mayoría coincidió en que, si la moral del equipo de fue a paseo fue por esa expulsión y la estúpida patada. Leal y zurda admiradora del zurdo, pensaba que esa expulsión había sido una injusticia, yo no había visto ninguna patada y ese alemán era una llorón de !"#$%$. Después me hice a la idea de que la patada en cuestión si sucedió, y aunque me parecía exagerada la tarjeta roja, no quitaba que Etcheverry hubiera hecho una burrada. La admiración se me pasó en dos patadas...o en una.
Mi sufrido novio dice que, a estas alturas, debo ser la única que detesta al Diablo por lo que pasó en ese partido, pero no lo puedo evitar. Es una cosa que no se olvida...o que no tengo ganas de que se me olvide.
Pero hay una cierta página del libro que me provoca una reacción...no diré extraña, pero tampoco es muy normal, incluso siendo boliviana. La he leído en voz alta, en silencio, y siempre se me hace un nudo en la garganta y los ojos se me quieren llenar de lágrimas. Es una capitulito de una plana titulado "La obligación de perder", que empieza así: Para la selección de Bolivia, ganar la clasificación para el Mundial del 94 fue como llegar a la luna (GALEANO 1995:229).
En esa época, la de las eliminatarias para el Mundial, yo tenía alrededor de 7 u 8 años, y entendía de fútbol menos que hoy (sólo sabía que había que meter la pelota en el arco del contrario...los medios para lograrlo eran otra cosa). De todas formas, y como casi todos en mi país, estaba que moría de alegría y todos los jugadores me parecían grandes héroes. De lejos, mi favorito era el Diablo Etcheverry por la sencilla razón de que era zurdo como yo, y justo por esa época me dio una crisis con mi zurdera y mi mamá tuvo la idea de ponérmelo como ejemplo de que usar más la izquierda que la derecha podía ser útil.

Siendo así la cosa, no me iba a perder el primer partido del Mundial 94, que justamente le tocó inaugurar a Bolivia y a Alemania (oh, destino esquivo...). A los 8 años no se tiene mucha idea de nada, y mi memoria de esa época es por demás borrosa, así que sólo recuerdo vagamente ese partido, excepto por 3 cosas que se me quedaron grabadas.
1. Cuando se cantó el Himno Nacional de Bolivia, sonó increíblemente fuerte en el estadio, muchísimo más que el himno alemán. No entendí por qué (lógicamente, eran todos los migrantes bolivianos que abarrotaron el boliche), pero me pareció algo tan lindo que se me hizo un nudo en la garganta (una reacción muy habitual en mí).
2. Sabía que Alemania era el campeón anterior, y eso que no había visto el Mundial del 90 (o si lo hice, no me acuerdo), y eran todos una cabeza más altos que cualquiera del equipo boliviano, con la excepción de Sandi. Ergo, era fácilmente deducible que iba a ser un partido por demás difícil, pero, sorpresivamente, el equipo de Bolivia le dio guerra a los alemanes y los hizo corretear de un lado al otro.


Mi sufrido novio dice que, a estas alturas, debo ser la única que detesta al Diablo por lo que pasó en ese partido, pero no lo puedo evitar. Es una cosa que no se olvida...o que no tengo ganas de que se me olvide.
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