martes, 7 de abril de 2009

Asaltos, robos y demás crímenes

Esto no es algo que me alegre escribir, para nada. Sucedió que hoy le robaron la camioneta a mi cuñado, la de su empresa que recién están comenzando. Digan no más si no es para morir de rabia, y la cosa fue de la puerta misma de la casa del socio de mi cuñado. Un disparate total.
Me da mucha lástima por mi hermana y su marido, porque les costó mucho comprar el auto ese, y lo peor es que ni siquiera lo aseguraron. Ya pusieron la denuncia y están ofreciendo una recompensa al que les devuelva la camioneta, pero no sabemos como va a terminar esto. Espero que bien, porque no están como para comprar otra cosa ahorita.
Esto me pone a pensar (raro, eh? Ni en la peor de las situaciones se me acaban los sarcasmos, lo siento) en cómo funciona la mente humana, al menos la mía. Creemos que los robos y demás son cosas que les pasan a los demás, los compadecemos y pensamos "Si a mí me pasara eso, yo..." y miles de respuestas a la situación completamente lógicas y posiblemente ejecutables, claro, desde el punto de vista de nuestra ignorancia de esas situaciones. Personalmente, hasta hace algunos años yo pensaba: "si me asaltaran en la calle yo correría, gritaría, los pegaría..." y así miles de posibles soluciones que iban desde el uso del razonamiento hasta el empleo de la Fuerza (sí, esa de los Jedi), y seguí pensando así hasta que nos asaltaron a mi sufrido novio y a mí.
La verdad, fue el asalto más patético de la historia. Se llevaron el monedero de mi sufrido novio que tenía menos de 10 Bolivianos en moneditas, su reloj trucho y nada más. Tuvimos mucha suerte, porque él tenía su reloj caro en la mochila, el mp3 y su billetera en un bolsillo y el disc-man en el otro, los audífonos alrededor del cuello que se desprendieron cuando los jaló y salió sólo el cable de su bolsillo; yo tenía mi celular (que por cierto, era una porquería y casi hubiera agradecido que me lo robaran si no fuera por el cariño que le tenía al pobre Pinky) en un bolsillo de mi bolso, un anillo y una cadenita de oro en el cuello y nada de dinero. Como les digo, fue patético y hasta gracioso (ahora, claro) porque estábamos sentados en un parque a las 9:00 p.m. (también...nos pasamos de lelos) y los tipos se acercaron a molestar y tenían navajas y yo que sé. Pero bastó con que mi sufrido novio, se enojara porque uno me pidió mi billetera y yo se la mostré vacía y porque el otro estaba jaloneando su mochila porque creía que tenía una laptop ahí (en verdad era un borrador de su tesis), se parara (es muy alto) y mirara para abajo a los pseudo ladrones que eran bastante chatitos para que salieran rajando.
Después de que se fueran y de que nosotros nos subiéramos a un taxi, reaccioné como persona normal y se me salieron unas lagrimotas del susto y eso. Al día siguiente se me pasó la normalidad y ya era el mejor chiste de mi vida.
Pero bueno, después del largo paréntesis explicatorio y narrativo, a lo que me iba es a que nunca reaccionamos como pensamos que lo haríamos cuando nos poníamos en la hipotética situación de que traten de o nos asalten directamente. Para el siguiente intento de asalto ya sabía lo que había que hacer: me quedé quieta y callada (más que en el primer asalto) mientras estaba sentada esperando con mi sufrido novio y una amiga a que pasara el micro en una de las calles más concurridas de la ciudad y se nos acercó un polilla con un pedazo de vidrio en la mano diciendo que le demos dinero. Mi sufrido novio ni vio el vidrio, lo despachó en dos patadas y después recién cayó en cuenta de qué iba la cosa cuando mi amiga y yo le dijimos lo del "arma punzocortante". De todas formas, si mis cálculos no me fallan, puedo apostar a que mi sufrido novio ni siquiera recuerda ese episodio.
Lo que le pasó a mi cuñado no tiene ni la gracia de la aventura que poder contar un día lejano, sólo escuchó el motor de la camoineta, salió y ya se iban lo tipos en su auto. Sacó el otro auto, el de su socio, pero no los alcanzó ni a bala, obviamente. Una lástima, realmente, porque parece que últimamente todas las cosas malas o atravesadas le pasan a él.
Realmente espero que encuentren la tal camioneta, dice mi papá que si afreces recompensa en DIPROVE en dos o tres días aparece. De momento no queda más que esperar y consolar a mi pobre hermana que debe estar desconsolada en el sentido más amplio de la palabra, y aprender de lo que ha pasado: hay que comprar un maldito seguro para el auto.

2 comentarios:

Buscando la hora 25 dijo...

Como están las cosas en el mundo no solamente un seguro para en auto, sino uno para la casa, seguro médico y por sobre todo uno de vida.

Meli dijo...

ufa...eso es cierto, pero me deprime pensar en asegurarme contra todo, es hasta un poco paranoico, aunque lo más prudente...que triste!