A unas horas de ser mutilada

Podría dedicar esta entrada a relatar el primer ensayo del Coro del Club HP Cbba, del que esta humilde servidora está medio encargada (sí, medio no más, porque nuestra querida Ayla se ocupa de los ejercicios de respiración y yo de macanearles con los tonos en el piano), y que no salió nada mal, debo admitir (aunque no se crean, hay que mejorar un montón todavía), pero mañana es mi cita con el dentista y no puedo pensar en nada más.

No creo que nadie en su sano juicio le guste ir al dentista, muy al contrario el señor del taladro dental es el protagonista de las peores pesadillas de muchos. Yo no soy la excepción, y por eso me he pasado buena parte de mi vida huyéndole al tipo, sólo iba en casos de extrema necesidad. Las dos últimas veces que fui lo hice porque se me había salido alguna tapadura y tenía tremendo cráter en alguna muela, que al revisarle resultaba que estaba a un pelo de ser víctima de un tratamiento de conductos. Por suerte, soy más lista que los dentistas y los convencía de que no me torturen con una endodoncia, que limpiaran la muelita y la taparan bien, si hasta les decía que no dolía mucho mientras limpiaban para evitarme el pinchazo. Y es así que tengo todas las muelas enteritas...si por enteras consideramos que varias son mitad resina sellante...

Pero esta vez no me salvaré ni usando mis peores artimañas de pseudo lógica, ni haciendo ojitos, ni poniendo carita de borrego a medio morir. Mi muela está condenada a ser sacada y yo sentiré mucho su falta.

Lo peor no es que me saquen la muela, sino que después de eso no se puede hacer nada divertido como jugar quidditch y demás deportes bruscos porque "los puntos se pueden abrir". Y como siempre, haciendo gala de mi lógica aplastante en el análisis de mis prioridades de vida, yo prefiero jugar quidditch con la muela hinchada como un balón, a quedarme sentada y aburrida sin muela que moleste.