viernes, 24 de febrero de 2012

Para fines terapéuticos

En general, tengo la costumbre de no tomar bebidas que tengan grado alcohólico. Para empezar, el sabor de la gran mayoría de ellas me parece francamente asqueroso y no entiendo qué gracia le halla la gente. Pueden perorar todo lo que quieran sobre al exquisitez de un whisky de 42 años o lo que sea, y sólo conseguirán de que siga convencida de que sabe (y huele) a alcohol medicinal. Punto.

Además, desprecio a los borrachos, así que el cuentito de que unos tragos te deshiniben y huevas, por muy cierto que sea, me suena a pretexto. Y gracias, no me gusta ese clase de deshinibición.

Pero ¿Qué puede hacer una simple humana si su amada madre el ofrece un vasito (muy chiquito) de vino dulce? Si hay algo a lo que no me resisto, es a los dulces, y mi mamá se consiguió un vinito increíblemente dulce y delicioso (nada de esas cosa áspera que me invitó mi cuñado hace un mes).

Así que, acá está la siempre leal defensora de la sobriedad y enemiga jurada de cualquier "bebida espirituosa" (me encanta como suenan esas palabras), tomándose un vasito de vino (muy muy chiquito) después de cada almuerzo, acompañada por su santa y abnegada madre. Claro, nuestro pretexto (dicho entre risas) es que el médico me dijo que tomara un poco de vino para hacerme subir mi presión, que está muy baja. ¿Ironía? Sï, tal vez. Salud.

2 comentarios:

MarceLezcobar dijo...

siempre apoyare cierto grado alcoholico entre mis amigas xD ... asi que Caramelito .. SALUD!

Meli dijo...

Salud!! :D