viernes, 12 de agosto de 2011

Música

¿Alguien (aparte de mí, claro) ha notado que desde que "trabajo" (entre comillas, porque más se parece a una condena en el purgatorio) mi ánimo se ha ido a la m#$%&? No, no es su imaginación; mi ánimo sí que se fue a paseo. Entro a la oficina deseando que las horas pasen volando, que no me dé tiempo para cometer algún error estúpido, que trato de esconderme de las explosiones de enojo y poner cara de "realmente estoy escuchando y prestando atención" mientras por dentro, mi yo-loco grita más fuerte porque necesita salir de ahí antes de cometer una estupidez. Ni siquiera hoy que mi Jefa me dijo que se siente satisfecha con mi desempeño, porque capto todo a la primera y no necesito que me repita las cosas, me sentí tranquila o feliz. Lo único que pensé fue "Por favor, no dejes que me vuelva indispensable porque a la primera oportunidad, yo escapo".
Lo único que me ha mantenido a flote estos días fue la perspectiva del concierto del Requiem de Mozart, otra vez presentado con piano. Podían haberme gritado todo el día, podían haberme presionado para que sienta una "identificación" que no me llega por ningún lado, podían haber pasado mil cosas, pero no importaba ninguna en el momento en que llegaba al salón, me reunía con mis compañeros de coro y comenzaba a meterme en el papel de Cantante.
En general, tengo un pánico escénico bárbaro, no me ponen en un escenario ni delante de una cámara ni a balazos. Sólo para cantar (y tal vez para tocar piano) me subo con gusto a un escenario, sonriendo feliz, y por esa hora que dura el concierto siento que soy yo misma, nadie más que yo, tal como debería ser, sin ninguna máscara ni nada que ocultar ni callar. Incluso me veo distinta en las fotos: segura, confiada, con todas las ganas de estar ahí y en ningún otro lugar, con toda la intención de dar todo porque eso es lo que realmente importa.
Acabo molida, con dolor de espalda, de pies, y si estoy resfriada (como ahora), de garganta e incluso de cabeza, pero todo eso vale la pena por el momento vivido, por sentir que la música me eleva encima de la realidad. Realmente, Dumbledore tenía razón, la música es magia más allá de cualquier cosa que uno pueda imaginar. Mientras canto, soy más bruja que nunca (en el mejor sentido).
Suena extremadamente cursi, y desearía poder decirlo de otra manera menos rebuscada, pero no la encuentro. Tal vez debería cantarlo, y transformarme en la mejor versión de mí misma.

No hay comentarios: