Crisis tardías

Una de las cosas más locas que hice en la vida (creo que la única, la verdad) fue irme de vuelta a mi colegio en Sucre para mi año de Promoción. Estuve un año viviendo en la casa de una amiga y haciendo de mi vida un poncho (que significa que mis grandes travesuras era volver tarde de los ensayos del coro de la Simeón Roncal...¡pero no era mi culpa!).

No suelo arrepentirme de ese año, tal vez porque no recuerdo muchas cosas malas (lo que prueba que mi memoria es una coladera o algo así), pero hace un rato me puse a ver las fotos del curso que pusieron en el grupo del Facebook. Y pues como que me puse a pensar: Sabiendo que de las 45 chicas que éramos en mi promo, no le caía para nada a la mitad, y la otra mitad me detestaba cordialmente, entonces ¿por qué volví ese año?
Sí, en parte fue porque quería ver a mis amigas, a las únicas dos personas que podía llamar mis amigas en el curso (que, en verdad, eran tres...o no me hubiera aguantado en su casa tanto tiempo, verdad?). Pero nadie más me quería ver en ese curso, les daba igual que estuviera o no ahí, no me extrañaron cuando me fui en 1° medio, ni cuando me fui al acabar el colegio.
Ya sé, ya sé: Egocéntrica, ¿tanto te importa hacerte notar? Con razón no te querían en tu curso. Patético, realmente.
Supongo que al querer que siquiera me aprecien un poco chicas entre las que pasé 10 años de mi vida (con algunas hasta 11) estoy siendo esúpidamente ingenua y nostálgica. Con tal, ¿ahora a quién le importa eso, a no ser que sea para chismosear?