miércoles, 8 de junio de 2011

Ir en círculos

Si algo me distinguió de niña fue, sin duda, mi adicción a leer. Los que, como yo, se han pasado la vida con la nariz enterrada en un libro, saben lo frustrante que es llegar a la parte más emocionante de la historia y que entre tu mamá o tu papá o quién sea a decirte: "Hora de dormir, apaga la luz". Cuando me dieron mi lámpara de velador y un cuarto para mí sola, fui la persona más feliz del universo porque nadie podía detenerme (o casi) de cerrar la puerta, encender la lámpara, meterme bien abrigada a la camita y leer hasta que yo, y nadie más que yo, me mandaba a dormir. Lógicamente, me descubrieron muchísimas veces: otra vez, estaba en lo mejor de la historia, cuando la puerta se abría y mi mamá, por lo general, me reñía porque ya era más de la 1:00 a.m., era noche de escuela y yo ya era archiconocida por mi excesivo cariño a las sábanas.
Creo que esos fueron mis inicios como trasnochadora, a pesar de todos los intentos de mi mamá por hacerme un horario normal de sueño. Ya cuando crecí, fui más libre de trasnocharme en el internet, o leyendo, pero siempre en el escritotio, frío y sentada en una silla que ni de lejos es tan cómoda como una cama, porque no había cable que llegara hasta mi cuarto. Pero hoy, la vida a cambiado otra vez.
El chico de mi hermana Lili ayudó a mi papá a instalar un nuevo HUV o lo que sea para crear una red WiFi en mi casa. Así que ¿Donde se imaginan que estoy ahora mismo? ¡Claro! Metida en mi camita, con la luz apagada para que mi mamá no baje a reñirme y decirme que apague la luz. Digan no más si no parece la vida da vueltas en círculos.

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