miércoles, 29 de junio de 2011

Canta una feliz, feliz, feliz canción

Un Requiem, o al menos el de Mozart, no es la pieza más alegre para interpretar. Lo raro es que yo no puedo evitar poner una sonrisa estúpida mientras lo canto. Eso y hacer mil otras cosas muy alejdas de mantener la seriedad como pasar mi peso de un lado al otro, marcar el ritmo con el pie, y balancearme tanto que casi parece que estoy bailando.
Hoy, en el concierto, no fue una excepción. Estuve ahí medio bailando y tratando de disimular la sonrisita que se me salia, en especial en las partes fugadas, como el "Domine Iesu" o los Hosannas del "Sanctus" y "Benedictus". Definitivamente, eso es más fuerte que yo misma.
Salió lindo el concierto, no puedo quejarme, incluso con las pequeñas fallitas que se nos escaparon o las cosas graciosas de "detrás de cámaras", o el hecho de que el director con corbata de moño se parecía increíblemente a August Rush: la misma pinta de wawa.

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