Después de la reunión habitual (con mucha mucha mucha agua en nuestro territorio cortesía de los cuidadores del Botánico que decidieron que cubrir cualquier superficie plana con 5 centímetros de agua es el equivalente de regar) nos fuimos a la casa de mi sufrido novio para comer la carne y el pollo que (debidamente congelados, no crean) quedaron de la fiesta de Halloween. Y pues estábamos ahí viendo a Jafet hacer mímicas cuando los chicos se ponen a cantar Cumpleaños Feliz y todo!
Mi prefecto, Omar, me regaló una polera de Harry Potter (está genial y adoro a Omar!) y Javier me regaló una miniatura de Calabozos y Dragones (vean la fotito...gracias). Claro, después tuve que jugar a la Mamá Gallina (oh, por Dios! que Jas no lea esto o me molestará el resto de mis días!) y pasar los platos de la comida a la nutrida concurrencia hambrienta. Cosas como esas hacen que realmente uno se plantee la sensatez de la idea de tener hijos y perpetuar la especie (por mí como que la especie se va a misma #$%&#&).
Me encanta cuando mi cumpleaños se extiende más allá de lo evidente y sigo recibiendo regalos!
Me encanta cuando mi cumpleaños se extiende más allá de lo evidente y sigo recibiendo regalos!
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