sábado, 18 de septiembre de 2010

Ah...l'amour!

Entretenimiento extraño de hoy (ya que ayer no hicimos nada): revisar las cartas que les escribió el abuelo de mi sufrido novio a su abuela mientras estaba prisionero en el Paraguay después de la Guerra del Chaco, más específicamente, desde el Cerco de Campo Vía (uno de los peores desastres de la guerra, al menos para Bolivia, no creo que los paraguayos se quejaran de capturar a un montón de gente de un sólo golpe). Las cartas son todas breves (al menos, para los parámetros de lo que considero una carta decentemente larga), y todas traen en el sobre el sello de CENSURA. Simpático que "por los términos de los prisioneros de guerra" los que te capturan tienen derecho a leer lo que escribes y decidir si es "apropiado" o no. Estupideces de la guerra, si me preguntan.
Lo bonito de las cartas, como es lógico, es su contenido. Es como leer una novela de amor, sólo que real (que es más de lo que muchas tienen). No exagero cuando les digo que era todo un drama y sentía mucha pena retroactiva por el abuelo de mi sufrido novio (que por cierto, tenía una letra muy hermosa...aunque su ortografía tenía algunas fallas). Además de estar ahí prisionero (y todos sabemos que las condiciones de los prisioneros no eran precisamente las mejores) y con sus cartitas censuradas, resulta que la abuela...NO LE ESCRIBÍA!
No sé como no se volvió loco el hombre, o como tuvo la paciencia de seguir escribiendole a la abuela esas cartas tan bonitas. Lo que soy yo, la hubiera mandado a paseo al medio año o algo así (más bien que no lo hizo, o no tendría a mi sufrido, así que mejor me callo).
Lo bueno es que la última carta (al menos de las que todavía existen, porque seguro que muchas se perdieron por ahí...incluídas las respuestas) confirma que sí, ella le respondió las cartas y, cuando el volvió, se casaron y fueron felices. Díganme si eso no es romántico, ya quisiera yo que me escribieran cartas de amor (y más con esa letra tan bonita). Lástimosamente, no tengo ni SMS's de amor...que poética es mi vida.

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