domingo, 24 de julio de 2011

Nieve en llamalandia

¿Sabían que en el Departamento de COchabamba está la mayor reserva de llamas de Bolivia? Ahora lo saben. No sé exactamente en donde está dicha reserva, pero estoy segura de que estuvimos muy cerca de ahí. Digo, vi más llamas que en toda mi vida, todas tan altivas y bonitas.
Había pensado hacerme un tatuaje en el hombro (una Clave de Sol, que además de bonita, serviría para recodarme siempre qué es lo que de verdad quiero) para despedir mi juventud y esas cosas, pero en vez de eso, nos fuimos de paseo a algún cerro (sigo sin saber cuál) con mi sufrido novio y unos amigos para ver la nieve. Bueno, el plan inicial era ver hasta donde nos llegaba el combustible (calculando ida y vuelta) para planear una futura excursión.
Sorprendentemente, el combustible aguantó bien y llegamos hasta la nieve, o lo que quedaba de la última nevada. No era mucho, pero igual era hermoso. La nieve es tan suavita, pero moja los guantes, quema las manos y si te golpean con una bola bien compactada, duele como un pedrazo. Jugamos como chiquillos, comimos pan con mortadela a montones, tomamos café calientito, e hicimos un muñeco de nieve chiquito. Rodeada como estaba de tres Gryffindor, lógicamente el pobre muñeco acabó vestido de amarillo y rojo (pinches leones), pero por un ratito me permitieron ponerle los colores de mi Casa. He aquí el resultado:



¿Lo único malo? No tenía la más pálida idea de que una se quema por el reflejo del solecito en la nievecita. Mi cara está hecha un trapo.

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