Nota breve: estaba yo ahí de lo más filosófica escribiendo la entrada anterior, cuando mi hermana me pide mis audífonos prestados para salir. A regañadientes (o sea, con muy poca gana de hacerlo) se los presto y sigo escribiendo. Vuelve a los 20 minutos con que el audífono izquierdo YA NO FUNCIONA!
En efecto, ya no suena. Es más, los probé a la compu para probarlos y, sin querer, toqué el cable con mi muñeca mientras escribia y VA Y SE FRIEGA EL AUDÍFONO DERECHO TAMBIÉN! Por más golpecitos y retorcijones que le dí al mugre cable ya no funcionan, están muertos, caput.
Mis hermosos audífonos, mis bellos audífonos ya no funcionan. Sí, puede que sea muy dramático, pero dependo de esos audífonos para no estar trasnochada pensando en pavadas y poder dormir tranquila. ¿Qué se supone que haga ahora? ¿Contar ovejas?
Dice mi sufrido novio que le dirá a su superpoderoso mejor amigo que lo puede todo cuando se trata de computadoras y allegados que los arregle. Pero estaré un día sin música! yo no puedo vivir así! Es inhumano!
Creo que necesito chocolate...
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