Migrar o no migrar

Hoy debería estar escribiendo sobre como mis pápás agarraron y se fueron de viaje esta mañana a La Paz y volverán recién el martes, lo que implica que OTRA VEZ me tengo que quedar de niñera, cocinera, guardiana de irresponsables y demás obligaciones aburridas, y quejarme por varios párrafos de lo injusta que es mi vida y demás, pero, francamente, no tengo ganas. Mi cupo de paciencia dle día fue copado a las 9:00 a.m. y, en vista y considerando que, eso fue hace horas, ya no tiene mucho sentido lamentarse a estas alturas del baile, ¿verdad? (Ojo, eso es por hoy, a lo mejor mañana descubro en mí nuevamente mi veta llorona, y ahí nadie los libra de la llantina, que quede claro).

En vez de inundarlos con sarcasmos y afines, les cuento otra cosa. Ya que no hay nadie que me detenga, me largué con mi sufrido novio al cine (soy libre y no hago nada ni medianamente interesante. Tengo cero en rebeldía) a ver la premiere del documental que hizo uno de mis docentes de la U (al que todos aman y adoran y aprecian porque, hay que decirlo, el hombre es un sol) sobre migración (al menos esa era la idea básica).

A qué, el documental me gustó mucho. No será una maravilla, y a ratos me perdía sobre donde estaban los personajes (las escenas fueron grabadas en Arbieto-Bolivia y Algún lugar-Estados Unidos), pero en general es muy bueno, humanamente hablando.

Pero si algo me quedó realmente claro es que migrar es realmente muy difícil. No que no lo supiera, más de la mitad de mi familia paterna es migrante y puedo hacerme una idea del asunto a pesar de las distancias físicas e "ideológicas". Pero creo que la verdad jamás me puse a considerar todo lo que mis tíos y tías tuvieron que pasar en otros países, lejos de su hogar (porque por mucho que uno proteste, desde adentro o desde afuera, la patria es la Patria no más, y siempre te queda esa cosita nostálgica dentro), de todo lo que conocían y sin saber si algún día podrían volver. Dicen que los cochabambinos son los mejores y los peores migrantes que existen: los mejores porque puedes encontrarlos hasta en el Sahara, y los peores porque, aunque lo nieguen, parten con la idea de volver.

Debe ser una cosa espantosa extrañar tanto tu tierra, que te aferras a todas las cosas que te la puedan recordar. En el documental veíamos como llegaba para una familia un paquetito con duraznos, y la madre se emocionaba como si le hubieran mandado oro (no creo que no haya duraznos allá, pero es que los duraznos del valle huelen deliciosamente bien y saben mucho mejor, y lo digo yo que casi no los como), o como una familia servía la comida pero en proporciones típicamente cochabambinas (o sea, como para bestia hambrienta). Y todos suspiraban por regresar, pero no lo hacen. ¿Por qué? Sencillo. Como es del conocimiento general, entrar a Estados Unidos es una proeza, conseguir trabajo (legal o ilegal, es otro asunto) es una hazaña y se corren muchos riesgos, incluso estando asentado no se puede estar completamente seguro de nada, así que salir de allí para volver acá, podría considerarse una imprudencia.

De todas formas, yo no he cambiado mi opinión sobre migrar en general, pero más por una cosa sentimentaloide que por la visión práctica del asunto: yo no lo haría por el simple motivo que no aguantaría estar lejos de mi tierra. Díganme cobarde si quieren, porque lo cierto es que para migrar se requiere mucho valor, creo que el mismo tipo de valor que hace que te quedes a aguantar lo que venga en tu hogar.