lunes, 11 de octubre de 2010

A modo de aclaración

He estado revisando mis anteriores entradas, y me he dado cuenta de que digo muchas cosas feas de mi familia, la mayoría ciertas, pero aún así pareciera que vivo rodeada de mountruos insensibles e incompresivos. No es así...al menos, no tanto.
Hoy, por ejemplo, salimos a dar una vuelta después de tomar el té todos juntos y ¡hey! sin discutir o tomarnos algunas cosas a la tremenda, como parece traslucirse de todo lo que les cuento. Decía, salimos a pasear en el auto y volvimos a jugar un juego que hace mucho jugábamos: Países. Pero no ese en que tiras una pelota y corres como una gallina sin wato, no. Éste es de nuestra propia invención, se trata de ir nombrando países, ciudades, villas, pueblos, pueblitos, villorios, aldeas perdidas y demás asentamientos humanos, no accidentes geográficos como ríos y montañas, por turno. Lógicamente, a medida que se van terminando las opciones obvias, la cosa se complica y acabamos exprimiéndonos los sesos en busca de los más recónditos lugares. A veces sucede que alguien se inventa algo que no existe, aunque lo más probable es que lo detectemos a tiempo. Gritamos (porque esa es la forma en que nos comunicamos), reímos y nos burlamos unos de otros. Es un buen juego.
Claro, también hay grandes posibilidades de que quedemos peleados, pero la mayor parte del tiempo no sucede eso y, en lo personal, aprendí muchas ciudades del mundo con ese juego...y también a reconocer muchos ríos, lagos, montañas, volcanes y demás a base de las trampas que siempre quiere meter alguien (sé, desde muy pequeña, que el Baikal es un lago y no un pueblo, diga lo que diga mi papá).
Solía pasarlo bien con mi familia, solía gustarme estar en casa y no veía la necesidad de salir porque me sentía cómoda. Me pregunto ¿qué diablo pasó para que ahora, con contadas excepciones como la de hoy, desee tan desesperadamente salir de aquí? Quería mucho a mis hermanas, aún las quiero, pero tal vez no tanto como hace unos años. Tal vez sean las reminiscencias de ese sentimiento las que me hacen preocuparme por ellas y tratar de defenderlas cuando hacen alguna tontería.
¿Qué pasó? Al mejor estilo Voldemort (revisen en el libro 4 de Harry Potter, el discurso del Señor Tenebroso a su regreso, si no entienden), me respondo a mi misma: Crecer es un asco y es el culpable de la mayoría de mis actuales problemas.

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