martes, 19 de octubre de 2010

Repostería

Eso se vuelve un asunto peligroso en mi manos, o si estoy cerca. Lo único que me salió alguna vez medianamente bien eran los pies de limón, pero nada más que eso. Mi mamá hacía toratas y masitas para los cumpleaños, pero hace unos años perdió la paciencia y la energía para seguir con eso. Mi único gran don es mi habilidad para hacer que las yemas se eleven al batirlas.
Siendo como es el cumpleaños del querido Emile, al que se aplica como a nadie ese dicho de "los amigos son la familia disfuncional que eliges", decidimos hacerle un pequeño festejo. Nuestra parte, de mi sufrido novio, mi hermana Arinita, el sobrino César y mía, es hacer la torta. No creí que fuera a ser sencillo, supongo que por eso mismo me sorprendió la facilidad con la que salió la receta a la primera.
Y supongo que por eso mismo fue que nos confiamos, nos entusiasmamos con el fuego del horno y salió una cosa carbonizada por fuera (pero con buen sabor por dentro, en la parte no rostizada). Resultado: re-hacer media receta, y aún así quedó un cosa bien bajita, no sé de dónde la profesora de respostería de mi hermana saca que eso es para 20 personas, porque con lo que hay no me tapo ni la muela.
Tendremos que continuar mañana, en una alegre y endulzada carrera contra el tiempo, y hacer una masa más, decorarla para que sea un osito, e ir a la reunión de emergencia del Club. Con suerte, aún tendré fuerzas para jugar al Starcraft II como parte del Sagrado día del Café y el Starcraft.

En otras noticias: Meli se retiró de su coro y lo hizo en paz (o algo así). El siguiente plan incluye aprender solfeo, tomar clases de canto y considerar entrar a la Man Césped el siguiente año. Me gustaría conseguir un trabajo en el medio tiempo de eso, pero ya se verá.

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